El inusual frío de estos días de enero, podría servir para explicar como el partido que por décadas constituyó la primera fuerza política del país ya no goza del buen sol que lo calentó.
Al menos no el suficiente para llegar a dos semanas de la cita del 4 de febrero con la absoluta certeza de pasar a una eventual segunda ronda.
Liberación Nacional, como otras divisas, juega hoy con todas sus cartas el juego de las probabilidades y apuesta a que tendrá suficientes números para asumir el recambio del primer gobierno de Acción Ciudadana.
Pero en política no hay nada escrito. Excepto lo que ya sucedió. Y Antonio Alvarez Desanti ha debido enfrentar una campaña llena de valladares. Se trata de una agrupación que no ha superado su desgaste, que tiene además una innegable división con el figuerismo, al que se negó a sumar tras las primarias.
Pero además su mensaje propagandístico no termina de ilusionar, los números en las encuestas no le ayudan a lubricar las cerraduras del financiamiento y como si fuera poco tiene enfrente un candidato opositor que lo odia abiertamente; hizo una alianza con un sector religioso conservador que lo mantiene atado y otro partido evangélico emergió sin haberlo anticipado para intentar restarle votos... en fin, una lucha cuesta arriba en todo sentido.
Pero, claro, también ofrece experiencia de gobierno. Uno de sus caballos de batalla es la generación de 150 mil empleos y en cuanto a la situación fiscal asegura estar en capacidad de reducir el temido déficit fiscal a menos del 3% del PIB en un plazo de cuatro años y de renegociar la deuda que tiene el gobierno con instituciones que han comprado bonos (papel) de la deuda pública.
De su estrategia en la recta final de la campaña, conversamos en #FrecuenciaElectoral con el candidato verdiblanco Antonio Álvarez Desanti.