Desde el 2015, nuestro Istmo atraviesa cambios significativos en materia migratoria: cada vez son más las mujeres y los menores de edad no acompañados quienes migran, a diferencia del pasado cuando este era un fenómeno de hombres solos. También, cada vez las migraciones se producen en grandes grupos y, finalmente, cada vez se observan más desplazamientos forzados debido a la violencia y la persecución política, es decir, ya no solo como desafío de oportunidades económicas. También por supuesto, continúa la migración laboral, de paso, de personas refugiadas y solicitantes de asilo. Esta es una de las conclusiones de los actuales flujos migratorios, que vemos en nuestras ciudades y territorios.
Así se desprende del estudio “Nuevas dinámicas del corredor migratorio de Centroamérica y República Dominicana (CARD)” del Estado de la Región.
La transformación de estos éxodos los debemos entender por el aumento en cifras, las expectativas de estas personas y los impactos de una realidad política, económica excluyente y en deterioro social constante.
En este mosaico, Panamá resulta relevante, ya que la zona del Darién se ha convertido en paso obligado para quienes sueñan con llegar a los Estados Unidos; personas provenientes de Venezuela, Ecuador, Colombia, Haití y latitudes lejanísimas como Afganistán y otras naciones asiáticas.
El flujo es tal que entre el 2019 y el 2023, los registros marcan un aumento exponencial de 30 mil a 520 mil seres humanos. De allí que el nuevo presidente canalero, Raúl Mulino, indicó apenas asumiendo el cargo que gracias a un acuerdo con Estados Unidos cerrará el paso por la selva. Es decir, el muro norteamericano se correrá de México a Panamá.
Para poner en perspectiva esta realidad conversaremos con los responsables de esta investigación, Andreas Feldman de la Universidad de Illinois y Alberto Mora del Estado de la Región.
Audio del programa