Precedida por un sin número de desencuentros, la ruptura entre Ecuador y México, ha puesto de manifiesto la profunda transformación de las relaciones diplomáticas que estamos viviendo, con implicaciones sí en los vínculos bilaterales, pero también en el orden multilateral, entre esos y otros estados.
La inobservancia de los tratados internacionales, las normas, las costumbres y la buena voluntad, como las herramientas de cumplimiento político que se cimentaron con la posguerra, suponen consecuencias que no se pueden pasar por alto y que obligan a un debate global.
En el caso concreto, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador con discursos incendiarios contra homólogos suyos interfiriendo en decisiones soberanas de otros estados, como Ecuador, que justificó la intervención el viernes pasado en la embajada azteca en Quito, para capturar al ex vicepresidente, Jorge Glas Espinel condenado por actos de corrupción del famoso caso Odebrecht.
El hecho generó una condena inmediata de otros Estados y organismos mundiales, pero también los ha obligado a una reflexión, sobre el respeto a los preceptos del Derecho Internacional en tiempos de enorme vulnerabilidad por las crisis geopolíticas y particularmente, por las acciones del crimen organizado que ponen, aún más en riesgo, las democracias y la convivencia global.
Y este, por supuesto, no es el único caso. Ahí está Nicaragua, condenando la irrupción en la leglación mexicana, pero al mismo tiempo, albergando a expresidentes prófugos de la justicia de sus países, como el panameño Ricardo Martinelli, también sentenciado por actos de corrupción. O los salvadoreños Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén. ¿Y qué decir de Cuba, exponiendo la paja en el ojo ajeno, sin admitir la viga en el propio, cuando reprime brutalmente los reclamos de libertad y hambre de su pueblo? ¿O Venezuela, reclamando siempre soberanía, cuando expulsa a millones de sus compatriotas por falta de dignidad para poder acaso sobrevivir?
Así que, entre otros asuntos muy sensibles, ¿cómo entender hoy la manoseada figura del asilo político en las relaciones internacionales, cuándo se está depreciando para convertirse en estratagema de huida de la justicia?
Para ahondar en este escabroso tópico conversamos con el ex embajador de Costa Rica en Naciones Unidas, Eduardo Ulibarri.
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