Aunque como bandas narcocriminales son rivales entre sí y pugnan por el control de territorios, todas tienen un enemigo común que las cohesiona: el Estado de Derecho. En el caso que nos ocupa, el ecuatoriano.
Son actores principales en revueltas, motines, masacres carcelarias, atentados contra la población, extorsiones, secuestros, amenazas y violencia contra medios de comunicación, universidades y cualquier otro sector que califique como un objetivo de sus perversos fines.
Han infiltrado las instituciones públicas comprando funcionarios con sus ilimitados recursos, y por supuesto se aprovechan la dolorosa realidad latinoamericana de los problemas estructurales nunca resueltos.
Nacieron en regiones marginales, tienen estrechos vínculos con los poderosos carteles mexicanos, cuentan con alrededor de 50 mil personas vinculadas a sus actos delictivos y desde inicios de esta semana las 22 bandas criminales conocidas pasaron a la categoría de terroristas. De ellas, tres son las más grandes y violentas: Choneros, Lobos y Lagartos.
Para intentar el dominio total del país se valen de micro organizaciones con las cuales establecen alianzas criminales y de acuerdo con un muy reciente informe del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado, estas pandillas más pequeñas conforman una gran telaraña delictiva, manejada por los capos, desde adentro y fuera de las cárceles.
Con la llegada del presidente Daniel Noboa se han sentido amenazados por el denominado Plan Fénix, que, por un lado, plantea llevar a discusión nuevamente el delicado tópico de la extradición y por otro, ha prometido la construcción de más centros penitenciarios. Mientras tanto, gracias a la declaratoria de conflicto armado interno, se ejecutan acciones conjuntas entre el ejército y la policía, para neutralizarlos.
Para profundizar este entramado conversamos con el experto en temas de inteligencia y seguridad, Álvaro Ramos Rechnitz.
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