La salud de la democracia en América Latina es cada vez más débil y los síntomas de esa precariedad son cada vez mayores: malestar hacia la política y alejamiento de los partidos, que se traducen en alto abstencionismo y altas votaciones en rechazo a las opciones (blanco, nulo y voto castigo) lo que le ha abierto, como nunca antes en lo que llevamos de la tercera ola democrática en la región, las posibilidades a los gobiernos personalistas, liderazgos populistas, regímenes no democráticos y opciones autoritarias.
Tal es la situación que refleja el Latinobarómetro 2023 con apenas 48 de cada 100 latinoamericanos apoyando la democracia, lo que se traduce en una caída de 15 puntos porcentuales respecto de la adhesión democrática registrada en el año 2010.
Y en Costa Rica, destaca el informe, “otrora uno de los países que más destacaba por la fortaleza de su democracia, ahora entró en la definición de democracia con problemas”.
¿Y cómo no? Tuvimos una pérdida de 11 puntos porcentuales en apoyo a la democracia (de 67% en 2020 a 56% en 2023). Como si fuera poco aumentó en 10% el número de indiferentes al tipo de régimen (aquellos a quienes les da lo mismo vivir en democracia o no) y para terminar, creció en 5 puntos el apoyo abierto al autoritarismo (del 11% al 16%).
Así, el Latinobarómetro refleja a Costa Rica como el segundo país de los 17 evaluados, en que cayó más el apoyo a la democracia, superado solo por Venezuela y seguido de Guatemala.
Por eso, el reporte destaca a nuestra nación “en retroceso abierto, con un deterioro significativo y simultáneo en las tres dimensiones analizadas. Esto deja a su democracia expuesta y más vulnerable”.
Precisamente para explicar lo que significa que somos hoy una democracia “expuesta y más vulnerable” conversamos con el politólogo Gustavo Araya Martínez.
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