A la deliberación final del proyecto de ley de flexibilidad laboral le va llegando su hora y todo hace indicar que, pese a la oposición imperante dentro y fuera de la Asamblea Legislativa, finalmente será ley de la República a lo sumo en una semana.
Quienes adversan la iniciativa desde el inicio, siguen sosteniendo que modificar por ley la jornada será un retroceso en materia de derechos laborales e incluso advierten que habrá afectación (mayor?) en la generación de empleo.
Quienes lo apoyan, persisten en su convicción que mejorará la competitividad, logrando que empresas aumenten inversiones y contrataciones.
En plena discusión, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) dio a conocer la semana pasada una reducción en la cifra de desempleo. Sin embargo, la noticia no resultó para tirar campanas al vuelo porque la disminución estaría relacionada con el hecho de que muchísimas personas abandonaron la búsqueda de trabajo. Es decir, se cansaron de recibir un no por respuesta y pasaron a ser parte del contingente de “desalentados” que ya no persiguen la ilusión de una contratación formal.
Para entender esta situación conversamos con el economista de la Universidad Nacional, Fernando Rodríguez.
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