En cuanto a pobreza y pobreza extrema se refiere, las noticias pocas, muy pocas veces, son buenas. Y en nuestro país, no solo no hemos podido llegar al porcentaje que teníamos antes de la pandemia (21 %), sino que cada vez observamos más lejos, la posibilidad de romper el piso del 20 %.
Claro que si respecto del año anterior, la pobreza a julio del 2022 se mantuvo prácticamente igual en términos porcentuales (23 %) y los pronósticos eran mucho más pesimistas, es cierto que al menos no desmejoramos mucho más.
Pero cuando se detallan los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares y constatamos -como se informó la semana pasada- que aumentaron los hogares en pobreza en prácticamente 16 mil (15,934 para ser precisos) mientras que en condición de pobreza extrema cayeron 6,078 familias más, sabemos que estamos muy lejos de recuperar la tranquilidad. En términos absolutos tenemos en Costa Rica prácticamente 400 mil hogares en pobreza y 110,631 hogares en pobreza extrema. Para un país tan pequeño y con tantas conquistas sociales, eso es algo inaceptable.
Y ojo que todas estas frías cifras, no refieren el terrible problema de los embates de las inundaciones para centenares de familias que han sido víctimas de las torrenciales lluvias de los últimos tres meses.
La crisis económica de este complicado año en el mundo, además, hizo caer el poder adquisitivo en un 6,2 % y entonces, pese a que mejoraron los ingresos por trabajo y por transferencias en los estratos más vulnerables, no ocurrió lo mismo en el decil 3 y la pobreza se incrementó allí.
Otra cuestión relevante es que la ruralidad (especialmente los cordones fronterizos y las regiones Brunca y Caribe) sigue mostrando mucho mayor dificultad para encadenarse al desarrollo nacional; puesto que si bien es cierto en la pandemia la zona urbana sufrió muchísimo el desempleo, ahora la recuperación la levanta, en tanto en las zonas periféricas la crisis del agro golpea fuertemente y las opciones de empleabilidad, por razones estructurales, son limitadas.
Le damos una mirada con lente comprensivo a los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares con su coordinador Eddy Madrigal del Instituto Nacional de Estadística y Censos y con el economista Francisco Delgado.
Claro que si respecto del año anterior, la pobreza a julio del 2022 se mantuvo prácticamente igual en términos porcentuales (23 %) y los pronósticos eran mucho más pesimistas, es cierto que al menos no desmejoramos mucho más.
Pero cuando se detallan los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares y constatamos -como se informó la semana pasada- que aumentaron los hogares en pobreza en prácticamente 16 mil (15,934 para ser precisos) mientras que en condición de pobreza extrema cayeron 6,078 familias más, sabemos que estamos muy lejos de recuperar la tranquilidad. En términos absolutos tenemos en Costa Rica prácticamente 400 mil hogares en pobreza y 110,631 hogares en pobreza extrema. Para un país tan pequeño y con tantas conquistas sociales, eso es algo inaceptable.
Y ojo que todas estas frías cifras, no refieren el terrible problema de los embates de las inundaciones para centenares de familias que han sido víctimas de las torrenciales lluvias de los últimos tres meses.
La crisis económica de este complicado año en el mundo, además, hizo caer el poder adquisitivo en un 6,2 % y entonces, pese a que mejoraron los ingresos por trabajo y por transferencias en los estratos más vulnerables, no ocurrió lo mismo en el decil 3 y la pobreza se incrementó allí.
Otra cuestión relevante es que la ruralidad (especialmente los cordones fronterizos y las regiones Brunca y Caribe) sigue mostrando mucho mayor dificultad para encadenarse al desarrollo nacional; puesto que si bien es cierto en la pandemia la zona urbana sufrió muchísimo el desempleo, ahora la recuperación la levanta, en tanto en las zonas periféricas la crisis del agro golpea fuertemente y las opciones de empleabilidad, por razones estructurales, son limitadas.
Le damos una mirada con lente comprensivo a los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares con su coordinador Eddy Madrigal del Instituto Nacional de Estadística y Censos y con el economista Francisco Delgado.