Si quienes están vociferando contra el inequívoco falla de la Sala Constitucional (que ordenó dejar sin efecto el cierre del Parque Viva y condenó al gobierno por violación indirecta a la libertad de prensa) respiraran hondo e hicieran el esfuerzo de tratar de entender, dimensionar y asimilar la sentencia, tal vez serían capaces de comprender que en esa resolución se afianzan derechos que pertenecen a todos los que habitamos bajo el mismo cielo.
Primero, porque como lo hemos repetido hasta el cansancio en las últimas semanas, la libertad de prensa no le pertenece a los medios, ni es una licencia para los periodistas, es una garantía de nuestra vida en democracia. Incluso cuando muchos la utilizan solo para insultar y vociferar nada más… Es suya también.
Segundo, porque los mecanismos de censura indirecta son muy viejos. Por supuesto, no los descubrió la Sala IV; aunque por ventura nuestra, los sabe detectar y entonces echa mano en sus sentencias de la sólida jurisprudencia que ha venido asentando en la materia que se basa, además, en la doctrina de la Convención Americana de Derechos Humanos. Para no hablar de otros tribunales como el europeo.
Tercero, y muy importante, porque las tentaciones de excederse en las atribuciones del poder están siempre presentes, y aunque por dicha no han sido la norma en nuestro caso, si el sistema de pesos y contrapesos funciona vigorosamente, entonces todos podemos sentir la tranquilidad de que ninguno de esos poderes puede excederse en sus potestades. Los guardarraíles de la democracia nos protegen a todos.
Cuarto, porque como todos sabemos, sin prensa libre e independiente no hay democracia. Esta es una verdad como un templo y si hay alguien que no quiera entenderlo, ello no implica que la inmensa mayoría como demócratas no tengamos clara nuestra obligación de defenderla y por tanto, accionar los mecanismos del andamiaje jurídico que hemos construido en el Estado de Derecho.
Quinto, en la era de la posverdad en la que vivimos, hay mucha gente confundida. Cierto que no todos entendemos a cabalidad la transformación que ha tenido lugar, pero por eso mismo no podemos subyugarnos ante quienes, por ignorancia, populismo o mala fe, intenten desacreditar los principios, los valores y los ejes cardinales de la convivencia ética sujeta a la Carta Magna. Todo lo contrario. Hoy más que nunca hay que luchar contra esa construcción de pseudo verdades que es tan nociva para la democracia.
Sobre estas y otras razones de la pertinencia del fallo de la Sala IV, conversamos con el periodista Eduardo Ulibarri Bilbao y el abogado especialista en derecho a la información Rodolfo Brenes Vargas.
Primero, porque como lo hemos repetido hasta el cansancio en las últimas semanas, la libertad de prensa no le pertenece a los medios, ni es una licencia para los periodistas, es una garantía de nuestra vida en democracia. Incluso cuando muchos la utilizan solo para insultar y vociferar nada más… Es suya también.
Segundo, porque los mecanismos de censura indirecta son muy viejos. Por supuesto, no los descubrió la Sala IV; aunque por ventura nuestra, los sabe detectar y entonces echa mano en sus sentencias de la sólida jurisprudencia que ha venido asentando en la materia que se basa, además, en la doctrina de la Convención Americana de Derechos Humanos. Para no hablar de otros tribunales como el europeo.
Tercero, y muy importante, porque las tentaciones de excederse en las atribuciones del poder están siempre presentes, y aunque por dicha no han sido la norma en nuestro caso, si el sistema de pesos y contrapesos funciona vigorosamente, entonces todos podemos sentir la tranquilidad de que ninguno de esos poderes puede excederse en sus potestades. Los guardarraíles de la democracia nos protegen a todos.
Cuarto, porque como todos sabemos, sin prensa libre e independiente no hay democracia. Esta es una verdad como un templo y si hay alguien que no quiera entenderlo, ello no implica que la inmensa mayoría como demócratas no tengamos clara nuestra obligación de defenderla y por tanto, accionar los mecanismos del andamiaje jurídico que hemos construido en el Estado de Derecho.
Quinto, en la era de la posverdad en la que vivimos, hay mucha gente confundida. Cierto que no todos entendemos a cabalidad la transformación que ha tenido lugar, pero por eso mismo no podemos subyugarnos ante quienes, por ignorancia, populismo o mala fe, intenten desacreditar los principios, los valores y los ejes cardinales de la convivencia ética sujeta a la Carta Magna. Todo lo contrario. Hoy más que nunca hay que luchar contra esa construcción de pseudo verdades que es tan nociva para la democracia.
Sobre estas y otras razones de la pertinencia del fallo de la Sala IV, conversamos con el periodista Eduardo Ulibarri Bilbao y el abogado especialista en derecho a la información Rodolfo Brenes Vargas.