El gran Brasil se enfrentó este domingo en las urnas a una contradicción mayúscula. El retorno de Lula, un símbolo de la izquierda, o la profundización del bolsonarismo derechista, del nuevo populismo y sus consecuencias. Era la vuelta de aquel dirigente del pueblo que ahora arrastra también el peso de los casos de corrupción, o la luz verde para el presidente de formación militar que ha construido su liderazgo a base de confrontación y de exabruptos.
Es posible comprender la ansiedad que cundía este domingo en las largas filas de electores, como tampoco es difícil entender la atención que la comunidad internacional da a lo que ocurra en el gigante de Latinoamérica. Su economía, pero también su solvencia democrática están bajo la mira.
Las encuestas favorecían a Lula, los cuestionamientos al sistema de conteo electrónico venían de Bolsonaro, el peso de los dinámicos sectores evangélicos era un factor del proceso y lo ha sido también la desigualdad, aunque sería falso afirmar que los ricos apoyaban a uno y los pobres a otro. La probabilidad de una segunda ronda también era cierta, ante la dificultad de que alguno alcanzara el 50 % de los votos válidos que pudieran emitir los 156 millones de ciudadanos.
Así caí la noche en Brasil mientras empezaban a contarse los votos. Se esperaba conocer este mismo domingo el resultado, o al menos amanecer este lunes con claridad de un triunfo, sus primeras repercusiones o la extensión de la campaña por cuatro semanas más. Desde la distancia relativa lo miramos este 3 de octubre en nuestro #HablandoClaro de inicios de semana y mes con el analista internacional Carlos Cascante.
Es posible comprender la ansiedad que cundía este domingo en las largas filas de electores, como tampoco es difícil entender la atención que la comunidad internacional da a lo que ocurra en el gigante de Latinoamérica. Su economía, pero también su solvencia democrática están bajo la mira.
Las encuestas favorecían a Lula, los cuestionamientos al sistema de conteo electrónico venían de Bolsonaro, el peso de los dinámicos sectores evangélicos era un factor del proceso y lo ha sido también la desigualdad, aunque sería falso afirmar que los ricos apoyaban a uno y los pobres a otro. La probabilidad de una segunda ronda también era cierta, ante la dificultad de que alguno alcanzara el 50 % de los votos válidos que pudieran emitir los 156 millones de ciudadanos.
Así caí la noche en Brasil mientras empezaban a contarse los votos. Se esperaba conocer este mismo domingo el resultado, o al menos amanecer este lunes con claridad de un triunfo, sus primeras repercusiones o la extensión de la campaña por cuatro semanas más. Desde la distancia relativa lo miramos este 3 de octubre en nuestro #HablandoClaro de inicios de semana y mes con el analista internacional Carlos Cascante.