La “iniciativa” está enterrada. Era inviable. El punto es que cuando 16 diputados estampan su firma en un documento para impulsar una reforma constitucional de tal calado que pretendía disminuir a la mitad (de 40 % a 20 %) el porcentaje de votos mínimos necesarios para ganar la silla presidencial en primera ronda, algo anda muy mal en la cultura política de los padres y madres de la Patria.
Siete de esos diputados eran liberacionistas y siete más (toda la bancada) de Nueva República. Y claro, con esos márgenes pretendidos, Fabricio Alvarado hubiera sido presidente en 2018 y José Maria Figueres en el 2022.
El punto es que en plena crisis de partidos y liderazgos políticos a algunos legisladores les pareció acertado bajar los requisitos. Más fácil, claro, que emprender el arduo camino de mejorar las propuestas, remozar las agrupaciones políticas, permitir nuevos liderazgos y hacer la tarea de presentarle al apático y decepcionado electorado una propuesta de buen calado para darle rumbo a la democracia.
Y por esa vía, nos preguntamos: en lugar de subterfugios y rutas cortas y fáciles, inéditas por lo demás en cualquier democracia mundial que se precie de serlo, ¿cuáles si son las reformas que necesita nuestro anquilosado sistema político?
¿Hay realmente interés de los partidos y sus actuales dirigentes de permitir la urgente renovación? ¿Quienes deben llevar adelante estas reformas? ¿O damos por descontado, que entramos en la deriva de otras democracias que estando ya en pleno declive no logran reaccionar? Conversamos con el politólogo Kevin Casas, Secretario General de IDEA Internacional.