En un momento más que complicado para la economía y la geopolítica, Estados Unidos aloja en Los Ángeles la Novena Cumbre de las Américas como una prueba de influencia continental y un esfuerzo por lanzar- más allá de las fronteras- sus mensajes de defensa de la democracia, además de las preocupaciones por las migraciones que le siguen llegando y preocupando.
El eje del encuentro, sin embargo, se supone incluye también el abordaje ambiental, en momentos en que las prioridades de los gobiernos han colocado en segunda línea el combate al cambio climático o las políticas de la sostenibilidad, frente a urgencias perentorias como la económica, presionada por el alza de combustibles, que ha vuelto a carburar en días recientes.
Las noticias, sin embargo, se han centrado en la no invitación a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, a pesar de recientes acercamientos entre Caracas y Washington. Ello hizo que desistieran de participar, o al menos eso alegaron, los presidentes de México, Honduras y Bolivia. El presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, sí está allá con un objetivo declarado de atracción de inversiones.
Muy paradójicas, por cierto, las ausencias del triángulo norte del Istmo (tampoco asistieron Guatemala y El Salvador), cuando se anuncia una inversión de casi $2,000 millones mediante inversión de empresas privadas estadounidenses para generar necesarísimos empleos en los tres países.
Con este tema y la mirada de analista internacional de Carlos Murillo, director del Observatorio del Desarrollo de la UCR, conversamos en Hablando Claro.