Estamos atónitos. Estamos asistiendo a una nueva guerra. Es cierto que las democracias viven tiempos complejos y que el mundo tiene muchos puntos calientes, pero una explosión belicista como la iniciada por Rusia contra Ucrania, fue algo que prácticamente todos los expertos se negaban a admitir como posible, hace tan solo unas horas atrás.
En el primer día de ataques completos contra el territorio ucraniano, Putin atacó por todos los flancos y el ejército de Ucrania perdió rápidamente el control de la denominada zona de exclusión de Chernóbil, donde se encuentra resguardada la central nuclear que en 1986 causó una catástrofe que aún muchos recuerdan con horror. Las incursiones por el este, el sur y el norte llegaron incluso a las cercanías de la capital, Kiev, hasta tomar control de un aeropuerto de carga.
Ucrania vive bajo el asedio y duerme con un ojo abierto bajo toque de queda, llorando ya su primer centenar de muertos. El presidente Zelenski clamó por protección para su pueblo y dijo que los sonidos de la guerra debían escucharse en todo el mundo, más allá del país “porque no solo Ucrania sentirá el impacto. Es el sonido de un nuevo telón de acero que se cierra entre Rusia y el mundo civilizado”.
Severas sanciones adicionales de Occidente anunciadas este jueves por Estados Unidos y los aliados europeos, ¿serían suficientes para detener a Putin?
Mientras la mayoría del mundo libre, incluyendo nuestro país, condenó la invasión en un día marcado ya en la historia mundial belicista del nuevo siglo, no faltaron las voces aliadas del Kremlin en América Latina, por supuesto Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Con el especialista en relaciones internacionales Carlos Murillo Zamora tratamos de entender lo irracional e incomprensible de este conflicto armado.