Sabíamos que el Programa Estado de la Nación publicaría para arrancar setiembre el amplio informe sobre el momento de la educación en Costa Rica y no éramos ilusos. Ahora conocemos el contenido del diagnóstico y no sorprende, pero sí duele confirmar las advertencias hechas desde antes de la pandemia y qué decir sobre lo que ha ocurrido después, en la vida de preescolares, escolares, colegiales y universitarios.
Cientos de miles de estudiantes desconectados, cientos de miles de estudiantes en pobreza extrema, cientos de miles que no alcanzaron a ver la materia en los accidentados cuatro años últimos y cientos de miles que quizás la vieron pero no la absorbieron. Ausencia de mecanismos para medir los aprendizajes, débiles liderazgos desde el MEP y de los propios directores de las instituciones, que en general son más administradores que gestores educativos. Recursos insuficientes para lo urgente y caída en emisión de títulos universitarios.
Por ahí aparece alguna noticia positiva, pero en general el cuadro está impregnado por la angustia de agotar pronto las reservas que nos quedan en el sector y de estar generando una nueva generación 'perdida' que hará al país (a nosotros, a todos) pagar carísimo la factura dentro de unas décadas.
Pero insistimos: nada de esto nos sorprende y el Informe nos da sobre todo dos aportes: la confirmación fáctica de los problemas y el llamado de atención para actuar ya, pero ya. Que actúen el MEP, el gremio docente, universidades públicas y privadas, los directores y padres de familia, pero también otras organizaciones de la sociedad entre las que debemos incluir a los partidos políticos, ahora que tan propositivos se ponen conforme se acercan las elecciones.
Se impone con sentido de emergencia elevar la discusión sobre el sistema educativo y los acuerdos necesarios. Urge tanto como el lanzamiento de una gran campaña nacional que eleve el volumen de lectura y su calidad, como uno de los pasos para aprender a pensar y a comunicarse bien, que tanto necesitamos en lo individual y en lo colectivo. Hay prisa también por solucionar la gran brecha de conectividad, primero para sostener a una gran porción de estudiantes que se están alejando de órbita y, segundo, para modernizar los formatos de enseñanza en su totalidad.
En fin, que ya vamos tardísimo, pero no hay derecho a la resignación. Las razones y los riesgos, pero también las oportunidades, las conversamos con la coordinadora del Informe Estado de la Educación, Isabel Román.
