El paso de migrantes extracontinentales (especialmente de Haití y Cuba, pero también de otras tierras tan lejanas como las africanas) ha sido una constante desde hace varios años. La crisis más reciente fue la del 2016.
Pero ahora, con el virus del SARS-CoV-2 en fase de alta transmisibilidad, la limitadísima disposición de vacunas para los propios ciudadanos de cada país y los agravantes de las causas de la expulsión particularmente para los sufridos haitianos, la situación se ha convertido en un desafío mayúsculo para las naciones que estamos en la ruta al norte, al siempre anhelado destino migratorio de Estados Unidos.
Hace apenas dos semanas (el miércoles 11) Panamá y Colombia adoptaron un acuerdo de paso por frontera que permite el ingreso de 650 migrantes diariamente a suelo panameño, con el objetivo de poder controlar el flujo migratorio que cifraba en aproximadamente 15 mil migrantes varados en el puerto colombiano de Necoclí, esperando tránsito marítimo para no arriesgar la vida en el corredor selvático del Tapón del Darién, que por cierto hay que decir que también los hay que la arriesgan. Y es que según las autoridades panameñas, en el primer semestre de este año ingresaron a tierras canaleras más de 50 mil migrantes.
Los panameños han procurado asimismo un acuerdo con nuestro gobierno para darle continuidad a la cadena de tránsito de los migrantes, porque obviamente el objetivo de todos ellos es continuar el largo camino al norte. Pero Costa Rica está en un verdadero apremio. Porque nuestro problema no es dejarlos pasar gracias a un acuerdo humanitario con los panameños. Nuestro verdadero problema es poder concertar, dialogar o al menos poder hablarnos con nuestro vecino del norte. Sobre cualquier tema.
Así que al menos hasta ahora las reuniones entre autoridades de Panamá y Costa Rica han sido infructuosas, pero como hay que hacer frente al problema este fin de semana próximo la situación escala y habrá un nuevo encuentro para intentar alguna coordinación.
Mientras tanto, no es que no tengamos un flujo constante y disimulado de migrantes entrando por pasos de frontera en el sur y estacionándose básicamente en la zona norte y en localidades guanacastecas para pasar a Nicaragua. Ahí están algunas decenas de los que han logrado pasar y tienen la esperanza de seguir su camino. Con el ministro de Seguridad Pública, Michael Soto, máximo jerarca del tema migratorio conversamos en Hablando Claro.
