Aquella construcción tardó casi una década. Desde 1975 hasta 1983. Tres gobiernos. Los debates fueron interminables, las oposiciones supuestamente bien argumentadas -incluidos conspicuos profesionales y supuestos especialistas- generaron acalorados debates, múltiples conversaciones de café, decenas de planas de periódicos, miles de teorías conspirativas de para qué hacer tal obra arquitectónica, para qué gastar tanto dinero habiendo aún entonces gente que no comía bien o que aún no calzaba zapatos, y el mayor y más temerario “argumento” de todos: abrir un hueco para hacer la Plaza de la Cultura y construir bajo tierra los museos de numismática y del oro del Banco Central, iba a propiciar el trágico hundimiento del Teatro Nacional, por lo que, consecuentemente, ¡no cabía más que pensar que había gato encerrado en la tozuda idea de quienes insistían en hacer aquella innecesaria plaza!
Hoy esto es una historia como para reírse de nuestra idiosincrática miopía. Pero no tanto. Refleja lo que nos cuesta avanzar. Lo tremendamente difícil que nos resulta ver más allá de las narices. Pensar en las próximas generaciones. Por eso estamos haciendo ahora la infraestructura de 40 años atrás y no la de 40 años hacia adelante.
Es el caso del tren eléctrico de pasajeros de la Gran Área Metropolitana. Se estima que este ambicioso proyecto de movilidad urbana beneficiará a 2.7 millones de habitantes. Además, a tono con nuestras ambiciones de descarbonización, el “TREM” (por lo de metropolitano) reducirá en 7.6 millones de toneladas la producción de CO₂ durante su vida útil.
Es cierto, es un proyecto de enorme envergadura para nuestros cánones habituales. Tanto que el Banco Centroamericano de Integración Económica lo cataloga como un modelo regional y será parte del soñado tren centroamericano para promover el desarrollo y la competitividad. Por supuesto, también derivará beneficios en el congestionamiento y los accidentes de tránsito. Es decir, en la calidad de vida.
El costo del proyecto es de 1.554 millones. El BCIE financia $550 millones con emisión de bonos verdes y como es realmente atractivo, en días pasados el Fondo Verde para el Clima (FVC) avaló $250 millones adicionales también en condiciones blandas. El resto deberá obtenerse mediante la participación privada en una licitación pública internacional.
Pero pese a sus bondades, solo hablar del tema genera un increíble debate sesgado con furibundas e irracionales oposiciones. Para el ex rector de INCAE, Roberto Artavia “hay que dejar de oponerse al tren por razones políticas, ya que su valor económico, social y ambiental para el país, para 15 municipalidades y 43 distritos, así como para la ciudadanía, es claro”.
En Hablando Claro conversamos acerca del TREM y sus mitos con el experto en alianzas público privadas, Luis Fernando Acuña y el periodista Andrés Formoso, que ha enfocado su trabajo profesional en transporte, tecnología automotriz e infraestructura vial.