La buena noticia del fin de semana fue la llegada de un gran cargamento de 204.000 dosis de vacunas de AstraZeneca que se suman a más de medio millón que han arribado en mayo. Tiene ya la CCSS la materia para acelerar la inmunización en ese gran grupo de población menor de 58 años con factores de riesgo y frenar la multiplicación de contagios que comenzó en abril y colocó al sistema hospitalario frente al escenario del colapso.
Claro que hubo malas noticias también, más fallecidos y más reportes de actividades masivas de esas que se convierten en un carnaval de Covid-19. Y la lucha diaria de hombres y mujeres para reactivar su propia economía en este contexto de pandemia que todo lo salpica.
Lo vive cada país con sus propias circunstancias. Aquí muy cerca tenemos a uno donde el gobierno no parece dedicado a atender la pandemia, sino a mover todo lo necesario para lograr su tercera reelección consecutiva. No importa si para ello debe licuar las garantías de derechos humanos, la teoría de la separación de poderes o el respeto mínimo de la libertad de prensa, como vimos de nuevo esta última semana.
Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo tendrán 14 años gobernando cuando llegue noviembre y los nicaragüenses deban elegir su futuro, diríamos en las democracias, aunque en la realidad de ellos se encaminan a unos comicios que parecen montados para perpetuar al oficialismo y aplacar a figuras de la oposición que, para peores, llega dividida a pesar de los intentos de unidad posteriores al estallido social del 2018.
¿De qué valió la factura alta que pagaron los jóvenes universitarios? ¿En qué paró el afán cívico de los grupos de empresarios que finalmente se desmarcaron de la familia Ortega Murillo? ¿En verdad no hay camino para impedir la perpetuidad de un gobierno por impopular que sea? Lo comentamos en Hablando Claro con el politólogo Alberto Cortés.