Los términos de nuestra convivencia están -por decirlo de algún modo- venidos a menos. Vivimos años sumidos en la desconfianza de los unos hacia los otros, marcados por la polarización y con dificultades para alcanzar acuerdos políticos de mayor calado que nos permitan encarar los retos de estos nuevos y desafiantes tiempos.
Como si esto fuera poco ahora agregamos el ingrediente del pesimismo. Así que en lugar de tomar con empeño y esfuerzo la reforma fiscal más importante de nuestra historia (para citar sólo uno de los asuntos en lisa) pareciera que muchos están apostando al fracaso del esfuerzo antes que a nuestras capacidades para superar el inmenso desafío que implican las nuevas reglas tributarias, por cierto, postergadas por décadas.
Claro que el pesimismo es el viacrucis de practicamente todas las democracias. El economista británico Phillipe Legrain asegura que una razón de peso por la que la política occidental está en caos, es el pesimismo de los ciudadanos sobre el futuro.
El punto es ¿cómo encarar nuestros desencuentros y acometer las vastas obligaciones de mejorar la educación, ejecutar una transformación productiva, adelgazar el estado hipertrofiado que nos está ahogando y al mismo tiempo proveer de condiciones mínimas de satisfacción de necesidades a una ciudadanía impaciente y urgida de soluciones inmediatas?
Este jueves en Hablando Claro nos acercamos a nuestros enormes desafíos a través del enfoque agudo de Jorge Vargas Cullell, director del Estado de la Nación.