La crisis política e institucional que sumió a Guatemala en un verdadero terremoto las últimas semanas tras la primera ronda electoral, es un pesado fardo más en la historia de abusos, corrupción sistémica, exclusiones y marginación de amplios sectores de la población.
El movimiento Semilla, como su paradójico nombre, germina en circunstancias adversas y de rompimiento de los equilibrios, ante el temor del “pacto de los corruptos” de verse fuera del Poder Ejecutivo.
El candidato Bernardo Arévalo, el líder de Semilla, sigue adelante luego de superar el embate del Ministerio Público y de un juzgado penal de primera instancia, que pretendieron dejarlo fuera del proceso electoral. La burda maniobra fue revertida luego, tras sendos pronunciamientos de la Corte Constitucional y del Tribunal Supremo de Elecciones, que dieron por válida su participación en la segunda ronda electoral que deberá efectuarse el 20 de agosto.
La otra candidata, Sandra Torres, se afianza en las vulnerabilidades de la cuestionada democracia guatemalteca, a la espera de los acontecimientos que ya han marcado este proceso como histórico en medio del revuelo interno e internacional.
Para poner foco en los impactos de esta situación conversamos con el experimentado politólogo costarricense Eduardo Núñez, desde ciudad de Guatemala.
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