El paisaje habitual en la frontera sur, en la ciudad capital, en las cercanías de las fronteras del norte (Peñas Blancas y Tablillas) está signado por la presencia de familias venezolanas. Es difícil saber cuántos de ellos están transitando en este momento por nuestro territorio.
Migración estima que están ingresando más de dos mil diariamente. El drama es de tal magnitud, genera tal reacción de impotencia, que instintivamente volvemos a ver hacia otro lado para no encarar el dolor que causa verlos, constatar en su miseria los girones de la esperanza que los mantiene en pie. El instinto de supervivencia que los sostiene.
Lo peor es saber que su caminar hacia Estados Unidos es una utopía. Aunque hayan logrado pasar el Tapón del Darién, aunque pudieran conseguir los $150 dólares de peaje que les cobran en Nicaragua por pasar, no serán admitidos en ese país. Su destino ahora -lo sepan o no- es México.
El gobierno del Presidente Joe Biden anunció la semana pasada una nueva e inimaginable política migratoria que acabó de cuajo con el pretendido sueño americano de los venezolanos que caminan. La nueva condición es que solo los primeros 24 mil que lleguen por vía aérea tendrán derecho a estatus legal. Los demás, los que lleguen por tierra o por agua serán devueltos a territorio azteca gracias a un acuerdo con el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué llevó al gobierno demócrata a establecer este durísimo freno al ingreso de los venezolanos caminantes? ¿dado que no pueden ser repatriados a Venezuela, a cambio de qué son aceptados por México? ¿Son los venezolanos errantes una moneda de cambio político? ¿Le importa al gobierno de Nicolás Maduro que siete millones de sus compatriotas hayan huido y que otros cientos de miles sigan huyendo del país en busca de supervivencia? ¿Cómo resolver esta crisis?
En Hablando Claro lo analizamos con el comunicador y especialista en temas migratorios, Carlos Sandoval García.
Migración estima que están ingresando más de dos mil diariamente. El drama es de tal magnitud, genera tal reacción de impotencia, que instintivamente volvemos a ver hacia otro lado para no encarar el dolor que causa verlos, constatar en su miseria los girones de la esperanza que los mantiene en pie. El instinto de supervivencia que los sostiene.
Lo peor es saber que su caminar hacia Estados Unidos es una utopía. Aunque hayan logrado pasar el Tapón del Darién, aunque pudieran conseguir los $150 dólares de peaje que les cobran en Nicaragua por pasar, no serán admitidos en ese país. Su destino ahora -lo sepan o no- es México.
El gobierno del Presidente Joe Biden anunció la semana pasada una nueva e inimaginable política migratoria que acabó de cuajo con el pretendido sueño americano de los venezolanos que caminan. La nueva condición es que solo los primeros 24 mil que lleguen por vía aérea tendrán derecho a estatus legal. Los demás, los que lleguen por tierra o por agua serán devueltos a territorio azteca gracias a un acuerdo con el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué llevó al gobierno demócrata a establecer este durísimo freno al ingreso de los venezolanos caminantes? ¿dado que no pueden ser repatriados a Venezuela, a cambio de qué son aceptados por México? ¿Son los venezolanos errantes una moneda de cambio político? ¿Le importa al gobierno de Nicolás Maduro que siete millones de sus compatriotas hayan huido y que otros cientos de miles sigan huyendo del país en busca de supervivencia? ¿Cómo resolver esta crisis?
En Hablando Claro lo analizamos con el comunicador y especialista en temas migratorios, Carlos Sandoval García.