Cada campaña electoral es única, de modo que referirse a esta como una campaña sui géneris, no dice nada en particular. ¿Qué definiciones le caben entonces a la actual contienda? ¿Cómo caracterizamos sus puestas en escena, la elaboración de los mensajes y el abordaje de los temas? ¿Y de qué temas?
Hablamos de una campaña caracterizada por el poco entusiasmo, con la mayor cantidad de candidatos presidenciales inscritos, pero la mayoría de ellos con el claro interés de llegar a Cuesta de Moras en lugar de ocupar la silla del primer servidor/a en Zapote, con muy limitados debates sustantivos que permitan realmente avizorar el panorama de las posibles soluciones a los muchos desafíos severos que tenemos como sociedad.
Hablamos, en cambio, de una campaña con muchos chascarrillos, frases hechas, elementos graciosos (o no tanto) en redes sociales y la sensación de que a falta de menos de un mes para los comicios, todo está dispuesto para esperar solamente que los ciudadanos decidamos, quiénes pasarían a una segunda ronda para finalmente elegir con una Asamblea Legislativa más o menos fragmentada, a quién deberá maniobrar en el Ejecutivo con los estrechos márgenes con los que hoy se gobierna en las democracias. Ese podríamos decir es, grosso modo, el panorama general.
Con dos millones de electores indecisos de los 3,5 millones habilitados para votar, ¿qué lectura hacen un par de observadores agudos de la campaña a 24 días del domingo 6 de febrero? Conversamos con Saúl Buseta politólogo y comunicador y con Esteban Mora, analista y estratega digital.
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