Por Allan Astorga, Geólogo ambiental, Especialista en Evaluación Ambiental.
*Figura tomada del artículo Rasgos morfológicos alrededor de la Isla del Coco y de sus montes submarinos vecinos, Pacífico de Costa Rica (adjunto al final).
Hace algunos días, el Día del Océano, el colega Dr. Guillermo Alvarado Induni, geólogo, hizo una exposición en la Asamblea Legislativa sobre la Cordillera Submarina de El Coco. Como parte de la misma, señaló que allí se presentaban dos grandes tesoros: los biológicos y los geológicos. Y dado que son “tesoros” instó a que hay que explorarlos y, dado el caso, aprovecharlos “sosteniblemente”. Algo que, en primera instancia tiene cierta lógica, pero la verdad es que encierra una muy grave contradicción, tanto que podría interpretarse como una “trampa para atrapar al gato”.
La cordillera submarina de El Coco es una extensa zona de relieve submarino, de origen volcánico que se extiende por varios cientos de kilómetros en una dirección noroeste al sureste cuyo terreno más alto lo representa la isla de El Coco y se extiende hasta el archipiélago de las Islas Galápagos en Ecuador.
La cordillera tiene un ancho promedio de 100 kilómetros de ancho y por tanto, se trata de una vasta extensión de suelo marino que se localiza bajo un mar tropical. Esta característica le confiere un estratégico e importante valor ecológico, dado que las aguas marinas sobre la Cordillera, presentan una importante biodiversidad y riqueza marina. Riqueza que, por cierto, en la última década ha sido afectada por una intensa sobrepesca realizada principalmente por flotas extranjeras. Algo que deberíamos detener cuanto antes y evitar que siga sucediendo en el futuro.
Geológicamente, se nos dice que en el suelo y subsuelo marino de la Cordillera del Coco, se presentan hidratos de metano que podrían corresponder con una potencial fuente de energía, así como eventuales yacimientos de manganeso, níquel, cobalto y titanio. Así es que, cuando se insinúa que en esa Cordillera submarina que también forma parte de nuestro espacio geográfico nacional, se debería promover la investigación o exploración de esos recursos, también se hace la grave insinuación de que esos recursos podrían ser, eventualmente, explotados. Es decir, en pocas palabras se sugiere la explotación submarina de fuentes energéticas y mineras de la Cordillera de El Coco.
Algo que, aunque se plantee que se haría en un “lejano futuro”, puede generar cierta molestia, dado que esa sugerencia, de llegar a realizarse, implicaría la destrucción y el daño ambiental del verdadero gran tesoro de esa Cordillera submarina, su riqueza biológica.
Así como las actividades extractivas, particularmente la minería metálica, son altamente impactantes al ambiente en el área continental, hacerlo en el ambiente marino lo es mucho más.
La razón de esto, tiene que ver con el hecho de que sobre las rocas volcánicas que forman el subsuelo marino de la cordillera se presentan importantes paquetes de sedimentos marinos, muchos de ellos de grano muy fino (arcillas y limos).
En condiciones de equilibrio, esos sedimentos son enterrados por nuevas capas de sedimento que caen desde la columna de agua que los recubre. No obstante, al tratar de extraer los hidratos de metano que puedan contener, o los metales pesados del subsuelo marino, la única forma de hacerlo, por más sofisticada tecnología con que se haga, es perturbando esos sedimentos marinos. Al perturbarlos, se produce un fenómeno sedimentológico que se denomina Nube Nefeloide, que consiste en una nube de sedimento de grano fino que asciende desde el fondo marino. Esa nube es similar al caso cuando metemos un pie en un fondo lodoso de un rio o un estanque agua.
Los sedimentos de la nube nefeloide pueden ascender hasta a la superficie, alcanzado la zona fótica (entre 0 y 200 metros bajo la superficie del mar) y por tanto la zona de productividad oceánica, alterando el equilibrio del fitoplancton y con ello de todas las cadenas tróficas marinas.
El impacto en la biodiversidad marina puede ser muy significativo y amplio, dado que las corrientes marinas pueden arrastrar la nube nefeloide hacia otros lugares y no restringirlo al área por encima de donde se daría la actividad extractiva.
Visto así, se puede comprobar que ambas actividades: la protección de la biodiversidad y la posible extracción de recursos geológicos en el Cordillera de El Coco, NO son compatibles y por eso, insinuar que hay que explorarlos, para ver si son explotables, no es consistente y más bien resulta una tentación en la que es mejor no caer.
Como hemos señalado, para nuestro país es mejor dejar esos recursos geológicos muy bien enterrados en el suelo y subsuelo marino, lejos de la avaricia y ambición de algunos que, en pos de esa “riqueza”, son capaces de sacrificar el verdadero gran tesoro de la Cordillera de El Coco, su biodiversidad. Recordemos que en ella y otro espacio geográfico, todavía más vasto, y se da un fenómeno único en el mundo, el Domo Térmico de Costa Rica, en forma casi permanente, que atrae gran cantidad de especies y constituye una fuente privilegiada de recursos pesqueros para Costa Rica.
Tanto es el valor de la Cordillera de El Coco, que lo lógico sería pensar en extender el área del Parque Nacional de la Isla de El Coco, a lo largo de toda la Cordillera Submarina, para así promover su protección y salvaguarda a perpetuidad.