Por Jaime Ordoñez
Quiero escribir aquí en defensa de la Ministra de Justicia Cecilia Sánchez, con quien nunca me he cruzado palabra verbal o escrita. No la conozco. Tampoco tengo relación con el gobierno. Sin embargo, creo que su decisión de desatascar las cárceles de Costa Rica sacando a reos a régimen de libertad vigilada por crímenes relativamente menores es correcta. Las amenazas contra su vida y su seguridad me parecen una cobardía de sectores populistas que creen que con simple mano dura se solucionan los problemas de la sociedad. Generalmente sucede lo contrario.
La estadística es clara: sólo el 1,9% de las personas excarceladas en Costa Rica por delitos menores han vuelto a delinquir, de acuerdo a los registros de la Dirección General de Adaptación Social. El restante 98% logra reinserción a la sociedad.
Mezclar en un mismo régimen a todos los reos es siniestro. Es meter a los primerizos en una escuela de delincuentes. Deformarlos de por vida. La clave es ofrecer soluciones para integrar al país a los jóvenes que un día cometieron un error. El 58,80% de la población recluida es joven entre los 15 y los 36 años de edad y sólo un 4,1% concluyó los estudios secundarios. Y el hacinamiento carcelario y su internación permanente hace que esos jóvenes se transformen en delincuentes profesionales. El hacinamiento carcelario se ha vuelto dantesco: en el Centro de Atención Institucional Gerardo Rodríguez algunos módulos tienen 234% de sobrepoblación. Un área de 200 m2 diseñada para albergar a 61 personas aloja a 203, con un espacio real para cada uno a 0,98 cm2. San Sebastián estaba construida para 600 personas y llegó albergar más de 1,200.
¿Quiénes son los delincuentes primerizos? Un 42,82% está sentenciado por delitos contra la propiedad (robos, hurtos y tentativas), un 13,30% por delitos relacionados con drogas. Sólo un pequeño 15,25% por delitos contra la vida (homicidios y lesiones). Mezclar en cárceles genéricas a jóvenes por delitos primerizos es condenarlos el resto de su vida.
Holanda viene cerrando cárceles desde hace varios años. Cada día tiene menos reos. ¿Cuál es la clave? Integración social: más educación, más salud pública, más oportunidades de trabajo. Allí tenemos que poner los esfuerzos y no sacando el garrote. Sin embargo, un país como Costa Rica con una tasa de escolaridad real de apenas el 45% (más de 5 jóvenes de cada diez no terminan la secundaria) no invierte donde debería. O invierte mal.
¿Y qué hacemos mientras tanto, como creamos programas de transición tutelada o vigilada para estos jóvenes? Me gusta la idea de una prisión de bajo perfil o baja seguridad como la Islas Marías en el Estado de Nayarit, México, con más de 13,000 reos, que son en realidad colonos que viven con sus familias, y trabajan en granjas agrícolas o ganaderas. Una cárcel sin rejas, sólo aislada por el mar. Pero con la esperanza de regresar a tierra firme e integrarse un día al resto del país.
He leído las declaraciones de don Gregorio Venegas, ex director del centro penal de la isla San Lucas, ahora subdirector de La Reforma, quien cree que fue un error dejar de utilizar ese territorio de 500 hectáreas- Quizá esa es la posibilidad de crear nuestras Islas Marías (no volver a la Isla de los Hombres solos de José León Sanchez), sino crear una cárcel modelo para reos de baja peligrosidad, y que puedan andar libremente por la isla, y dedicarse a la agricultura, la artesanía o aprender un oficio. Si queremos una sociedad distinta, tenemos que aprender a pensar distinto.