Por Jaime Ordoñez
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Los problemas de Costa Rica no están en la Constitución. Están en leyes anticuadas, mal construidas o absolutamente entrópicas que más bien dificultan el desarrollo del país. Nuestro problema más bien es de atrofia legal o institucional, no de carácter constitucional. Hay una maraña de leyes inservibles, mal construidas o anacrónicas que tienen al país amarrado. Y hay algunas normas básicas que no tenemos.
Nuestros problemas están en la ausencia de un Reglamento Legislativo moderno que permita tomar decisiones; la carencia de un sistema de Contratación Administrativo ágil; de una Ley de Concesión de Obra Pública dinámica que (paralela a una reforma de la Ley de Control Interno de la CGR) haga que la contratación del Estado, se resuelva en 9 o 10 meses, y no en los 5 o 6 años que a veces lleva un proceso licitatorio. En la ausencia de Planes Nacionales de Desarrollo de Largo Plazo (de 15 o 20 años, y no los cuatro años actuales que duran el ciclo electoral del Ejecutivo). En un sistema digital único de compra pública moderno que le de transparencia a las contrataciones y compras del Estado, y no en la ensalada de oscuros sistemas ad-hoc, en algunos basados en "expediente de papel", que fomentan la oscuridad y la corrupción. Y en varias otras similares.
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No tenemos en este momento las condiciones políticas para una Constituyente, ni los diputados ni los partidos para dar un salto adelante. Podríamos más bien retroceder en algunos de los acuerdos y equilibrios logrados en la década de 1940. La poca calidad conceptual de muchos de los partidos políticos actuales (más el rol de los partidos confesionales o religiosos) podría generar más bien un galimatías conceptual y retroceder en algunos conceptos básicos. Como dice nuestro pueblo, "por hacer una gracia, nos puede salir un sapo"
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Creo que podemos caer en la trampa de "reglamentismo constitucional" en el cual incurrieron muchos países de América Latina durante la década de 1990 y el 2000, en cuenta Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Colombia, y algunos otros. Muchas de esas reformas constitucionales se hicieron para ajustarlas al perfil ideológico de gobiernos o gobernantes coyunturales, o para posibilitar ambiciones personales de reelecciones. En pocos casos hizo avanzar a los países.
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Las naciones más avanzadas del planeta no hacen cambios constitucionales cada vuelta de rueda. La Constitución de Francia no ha cambiado desde De Gaulle, la de los EEUU es la misma de 1787 ( un año después de la Independencia) con algunas enmiendas, la Constitución inglesa ha sufrido pocos cambios en los últimos 4 siglos. La alemana o japonesa siguen adelante hace varias generaciones con pocas enmiendas. Las normas básicas permanecen, cambian las instituciones y los contextos económicos. Así avanzan los países de verdad.
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La actual Constitución requiere una reforma en tres cuatro temas esenciales, pero eso se puede hacer con una Constituyente parcial, que no lleve al país a un terreno movedizo en el campo equivocado.
Lo que hace falta es una reforma del Estado integral, de muchas leyes e instituciones, de la lógica del funcionamiento del aparato de lo público y su relación con los ciudadanos. Modernizar y simplificar instituciones. Pero eso es otra cosa: se trata de una revisión quizá más compleja, pero más certera y correcta.- Eso se puede lograr con un gran pacto de sectores que elabora una reforma integral del país, como hicieron los franceses en la III República. ¿Cómo hacerlo? Lo contaré en la próxima columna...