Fernando Ferraro Castro, abogado. Cédula 107300386
Hace unos meses comparé al Presidente Alvarado con la metáfora del Himno Nacional sobre el labriego sencillo. Su conducta durante la difícil discusión del Plan Fiscal y la sencillez de su persona me hicieron pensar en ese líder cercano y sin afectaciones por el que muchos costarricenses manifestaban su preferencia. Desgraciadamente lo digo en pasado, porque la percepción de la realidad se ha deteriorado tanto después de la aprobación de aquella reforma, que ahora crecen los que coquetean con ideas autoritarias, mientras otros se vuelven audaces en sus desplantes.
El costarricense resiente lo que entiende como falta de prioridades definidas, coordinación y liderazgo, pero también la provocación derivada de la manera como se han tratado una serie de temas indispensables en una sociedad libre y moderna; y en esta materia, la responsabilidad es primero y sobre todo del Presidente de la República, y por lo tanto es él quien puede enderezar la situación. Recordemos que el director de la orquesta no ejecuta cada parte de la sinfonía, pero dirige y asegura la armonía del conjunto.
Argumentos habrá de sobra entre los suyos, para excusarse ante el ambiente negativo que no para de crecer, y para el cual la renuncia de Edgar Mora no será suficiente, si no despliegan una inteligente atención política de la crisis. Algo que requiere de conocer la problemática del país más allá de estadísticas, índices y actos oficiales. Es necesario conocer el estado de la opinión pública. Algo que la inmensa mayoría confunde con leer los titulares de las noticias y los exabruptos de las redes sociales.
Cualquier gobierno está expuesto al riesgo de aislarse por el efecto invernadero que produce la creciente sensación de incomprensión pública, que lleva a sus miembros a darse la razón mutuamente sin la menor autocrítica, mientras se transforman en una corte que se reúne alrededor del Presidente, distanciándolo de la realidad.
Responsabilizar a la prensa, la radio y la TV es predecible, pero deberían comprender que los medios no son sus voceros, ni los habitantes del país tienen la obligación de enterarse de las razones oficiales y de comprenderlas de la misma forma que ellos. Para no darle mucha vuelta al asunto, valga decir que funciona igual que lo hace entre una empresa y los consumidores de sus productos. Quienes toman las decisiones estratégicas deben esforzarse por conocer los gustos y preferencias de aquél, con el fin de explicarle las ventajas de lo que ofrecen, de una forma efectiva. No basta con creer que las cosas se hacen por las razones correctas. Ni siquiera basta con hacerlas bien, y esto lo digo sin perjuicio de comprender los errores propios de un primer año de Gobierno. Es necesario tener un plan, saber ejecutarlo y saber comunicarlo, que no es lo mismo que “cacarear el huevo”.
El Presidente de la República debe valorar que las circunstancias de su elección combinadas con la situación financiera que recibió de su partido, y las medidas que esto le obligó a adoptar, comenzando por el Plan Fiscal, debieron alertar a todos sobre la necesidad de contar con una estrategia para después de su aprobación. Un plan basado en un conocimiento de la problemática nacional pero también de la opinión pública, dotado de unas prioridades bien definidas y atendidas de forma disciplinada por los miembros del gobierno, que no deben entenderse a sí mismos como islas, sino de forma sinergética. La existencia de corrientes políticas diversas y hasta contradictorias en el equipo de Alvarado, no debe admitirse como excusa de lo contrario. Es un factor a considerar a la hora de definir la estrategia.
Al mismo tiempo, es necesario entender que tampoco puede haber un Presidente fuerte con ministros débiles. En este sentido, es notorio cómo las polémicas del Gobierno saltan con rapidez hasta Casa Presidencial, que debería reservarse como la última instancia política en la atención de los conflictos. Si esto sucede, es porque una parte del Poder Ejecutivo no está cumpliendo bien con su trabajo.
De manera general, consideremos por ejemplo, que el mismo Gobierno ha saboteado la comprensión de sus esfuerzos, en particular de los económicos, con una serie de acciones y declaraciones mal organizadas y confusas, que no han parado de atizar “el ruido”.
Es cierto que el Presidente recibió su mandato en un ambiente de crisis acentuado por reclamos sectoriales de difícil atención, que ahora se montan sobre la tensión acumulada por el Plan Fiscal. En este contexto, actuar con una normalidad mal enfocada, ha proyectado la imagen de indolencia y negligencia que le cobran. Por otro lado, detenerse a buscar culpables o a explicar que se trata de problemas heredados no le relevaría de su responsabilidad, y lo exhibiría como poco apto para el cargo.
Casa Presidencial debe dotarse de mecanismos que le permitan trascender el efecto invernadero, con el fin de conocer y comprender a la opinión pública; y no para improvisar al ritmo de sus caprichos, sino para convencer a los costarricenses de sus razones y marcar el rumbo del país. La prensa, la radio y la TV cumplen un papel informativo fundamental, indispensable en democracia, que debe aprovecharse como insumo de la acción de gobierno, pero no suplen la ausencia de aquellos mecanismos. Unos que además son inútiles, sino se cuenta con un plan y un enfoque sinergético del gabinete, entendido en un sentido amplio.
Termino insistiendo en que necesitamos un Presidente que se conduzca con la afabilidad de un labriego sencillo; que no olvide sin embargo, la naturaleza de su investidura y entienda en todo momento que debe actuar como un líder capaz de infundir confianza y seguridad. Esta es la paradoja que el Presidente debe entender.