Por Fernando Ferraro
En un sentido optimista, la conocida frase de la novela de Alejandro Dumas, “Los tres mosqueteros”, ilustra la fórmula que debe “descubrir” la política costarricense para superar el contrasentido que estamos viviendo. Uno en el que conocemos nuestros problemas, tenemos las soluciones, pero no logramos tomar decisiones.
Así es. El principal y primer desafío de Costa Rica no es de seguridad, de desempleo, de pobreza, de desigualdad, competitividad, infraestructura, energía o económico, ni es burocrático o de diseño institucional. Estos y otros ámbitos, representan según la interpretación de cada uno, el segundo, el tercero o el cuarto problema de mayor importancia, y así sucesivamente. El primero y principal es político, y se refiere a la incapacidad de tomar decisiones estratégicas oportunamente. Me insistirán en que la estructura administrativa, e incluso constitucional de nuestro Sistema, es la responsable, y podría estar de acuerdo salvo por que una vez identificada esta como el problema, la solución dependerá de reformas cuya aprobación e implementación requiere de decisiones que son de naturaleza política, y así llegaremos una y otra vez al mismo callejón …. ¿uno sin salida?
Pues no. Salida hay …. y es de nuevo, política, pero la forma tradicional de entenderla no nos aportará ni la menor oportunidad de superar el estado de “estreñimiento” que, en contraste con el dinamismo del sector privado en un sentido amplio, padecen el sector público y el mundo político.
La confrontación, la agitación, el revanchismo, la denuncia, la descalificación del adversario, el mismo concepto de adversario, nada de esto sirve hoy para un ca …. jo. Por el contrario, debemos aprender a trabajar, es decir, a obtener resultados, en un contexto nuevo, donde nadie es hegemónico ni tiene posibilidad alguna de ejecutar proyectos e implementar soluciones individualmente. Debemos aprender a lograr acuerdos, y para esto es necesario dejar de lado esa idea de que la acción política se reduce a bloquear, a vetar, y a defender sin proponer.
Siempre habrá un Presidente de la República, pero recordemos que en Costa Rica la Asamblea Legislativa, el Parlamento, tiene un peso enorme, determinante, en la conducción del Estado. Quien gane las elecciones en 2018 no puede repetir el mismo error de Luis Guillermo Solís, que en el entusiasmo de haber recibido un millón trescientos mil votos, se olvidó ingenua e imprudentemente del resultado de las elecciones legislativas de febrero de 2014.
Debemos entender también que el argumento de la ingobernabilidad es una trampa, no por ser un mito, sino por desviar la atención de lo necesario para superar la parálisis actual. La nostalgia del bipartidismo es, en este sentido, un alucinógeno. Admitamos de una vez por todas, que la gobernabilidad se construye día a día, y que su construcción requiere de un liderazgo transaccional y de una concepción colaborativa de la política.
Todo esto tiene una contraparte que atañe a los ciudadanos. En aras de contribuir a un saneamiento de la política, debemos superar el “derecho al berreo”, y nuestra adicción por las poses y los discursos rimbombantes. Debemos rechazar también los cantos de sirena que desde la manipulación de la corrupción, y desde posiciones ultra liberales, llaman a una rebelión contra la política y lo público.
Los ciudadanos debemos “cuadrarnos” a apoyar las gestiones que actualmente se hacen en la Asamblea Legislativa para lograr la aprobación de las reformas fiscales y del ordenamiento laboral público, sin abandonar el objetivo de una reorganización del gasto que inevitablemente depende de revisar instituciones y programas, para lo cual, como siempre, ya hay varios proyectos de ley en el Congreso.
Recordemos que a pesar de las diferencias que hay entre nuestra realidad y la de Grecia, tenemos en común con ellos, que aún siendo conscientes de la crisis que se está acumulando, no hemos sido capaces de bajarnos de nuestros pedestales y tomar las medidas necesarias para conjurar la amenaza.