Por Fernando Ferraro
Decía el poeta Ralph Waldo Emerson que la confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito. Una afirmación que vale tanto para las personas como para los pueblos.
No recuerdo cuantas veces Costa Rica ha aparecido entre los primeros lugares en el ranking de los países más felices del mundo. Tampoco me interesa discutir sobre la rigurosidad de esta clasificación. Para mí es relevante que el nombre de nuestro país circule asociado a algo tan positivo como ser feliz. Sin embargo y lamentablemente, después de cada publicación siguieron las polémicas destinadas a desacreditar el resultado. No es que Costa Rica esté libre de males, pero nuestra dificultad para entender las ventajas de un buen nombre en el exterior, y la facilidad con que “ninguneamos” los éxitos del país y exaltamos sus males, es notoria y auto destructiva. Se llama “chota” y la practicamos a diario sin distinción de credo, raza, religión, educación o condición económica. La chota explica por qué Costa Rica vale más afuera que adentro. En el exterior, el país goza de una reputación bien ganada, que es el resultado de grandes y sistemáticos esfuerzos que se hacen desde adentro, y que esa actitud parroquiana que se regodea en negar las bondades del país, no alcanza a destruir. La desgracia de esto es que internamente erosiona la confianza que debemos tener en el potencial costarricense; y como todo nos parece malo, y más que solucionar problemas, nos encanta señalar culpables, la desconfianza se apoderó del quehacer político en el peor momento posible. Precisamente, sucede cuando la fragmentación del voto produce cada 4 años una Asamblea Legislativa más dispersa, donde la capacidad de forjar acuerdos es vital.
Pues bien, ese ambiente negativo que se vive a diario y que consumimos en las publicaciones de los medios de comunicación y en todo, todo el discurso político, es una “soberana exageración”. Costa Rica, con todos sus males, y los tiene y graves, cuenta con condiciones y recursos para dar un salto adelante en el que nadie se quede atrás. Bien haríamos en dejar a un lado esa actitud propia del estereotipo de la suegra metiche y regañona, para ponernos de acuerdo en cosas básicas.
Hay experiencias que justifican el optimismo. El 97% de la electricidad que generó el país durante los primeros tres meses de este año, se obtuvo de fuentes renovables. El agua aportó un 65,6% de toda la corriente que ingresó al Sistema Eléctrico Nacional, y el viento, un 15,6%. La geotermia, mientras tanto, se ubicó en tercer lugar, con el 13,7%.El ingreso de turistas cerró en el 2015 con 2.665.000 visitantes, lo cual implica un incremento del 5,5% con respecto al 2014. El café de la finca Monte Llano Bonito, de Naranjo de Alajuela, obtuvo el primer lugar en el concurso “Taza de la Excelencia 2016”, en el que un lote de café calificado por los catadores internacionales como el de más calidad de Costa Rica, se vendió a $5.900 el quintal. Después de cerrar la planta de procesos que tenía en el país, Intel decidió abrir un nuevo departamento de ingeniería que trabajará con el “Client Computing Group”, la unidad de negocios que representa el 57% de las utilidades de la multinacional. A los casos anteriores se suma el trabajo de Ad Astra Rocket en Guanacaste, la conocida empresa de Franklin Chang. Una compañía de ingeniería aeroespacial dedicada al desarrollo de tecnologías de propulsión basadas en el plasma.
Simón Bolívar decía “la confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan” Todas las semanas los medios de comunicación dan cuenta de éxitos como los enumerados que, sin embargo, se diluyen en medio del mar de pesimismo que destilan otras noticias que invaden primeras planas y reciben una atención desproporcionada. No hay optimismo sin confianza, y ambos son condiciones fundamentales para el éxito de cualquier sociedad. No se trata de una “gracia”, sino de intangibles que estamos descuidando. Su pérdida no es sólo responsabilidad de la Política, pues incluso cada una de las historias de éxito mencionadas, comenzó y se desarrolló por una combinación de decisiones políticas, trabajo de obreros, técnicos y profesionales costarricenses e inversión privada local y extranjera. El futuro de Costa Rica es promisorio y está en los sueños, esfuerzos y ambiciones que hay detrás de esa taza de café que se preparó con el grano de un quintal de $5900, que son los mismos que hay detrás de los buenos sucesos que ilustran este comentario. Podemos y debemos confiar en Costa Rica.