Por Fernando Ferraro
La conocida frase del título se refiere al pensamiento creativo destinado a solucionar problemas. La escuchamos cuando hablan de innovación, y en Costa Rica deberíamos comenzar a utilizarla en política. Y perdonen que insista en hacer una aclaración que ya he repetido antes. Quienes confunden la política con la corrupción y la politiquería, no hacen más que ofrecer una coartada a todos esos personajes cuya actitud tanto y tan justificadamente rechazan. La política es otra cosa. Es vocación pública y de servicio.
Pues bien, Costa Rica es un país donde no faltan los recursos, los diagnósticos, los proyectos de ley y los especialistas. Lo que falta en nuestro medio son decisiones, pero no cualquier decisión. Me refiero a aquellas de carácter estratégico, que atañen a la situación fiscal, a la energía, a la educación, al empleo púbico, a la infraestructura, a la competitividad, a la burocracia y la tramitología, a la reforma del modelo político, al estancamiento de la pobreza, al crecimiento de la desigualdad, o a la administración del agua. En fin, una lista corta de temas complejos de los cuales depende nuestro éxito como sociedad. No es nada que no hayan repetido infinidad de personas en los medios y en las redes sociales. Entonces?
Pues nada. Pasa que nuestro primer problema, ese del que depende todo lo demás, es político. No es jurídico, no es económico, no es administrativo ni nada más, y no lo es porque cualquier decisión estratégica depende para su implementación de reunir un apoyo mayoritario, tanto para su aprobación en el Congreso, si debe pasar por la Asamblea Legislativa, como sucede con casi todas las decisiones a este nivel, como si se trata de una polémica decisión del Poder Ejecutivo. Y aquí llegamos a esa figura de la que se viene hablando hace rato sin mayores efectos. Se trata del "acuerdo nacional", del "pacto de Estado". Decía Nixon que cuando uno está cansado de repetir algo, es cuando la gente apenas comienza a poner atención. Resulta que ya llegamos a ese momento, y ahora es cuando corremos el riesgo de trivializar el instrumento, convirtiéndolo en la frase de moda, sin lograr nada, o al menos nada en términos prácticos. Sin embargo, estamos en Costa Rica y la cosa puede ser peor.
Junto al riesgo anterior, debemos lidiar con algo igual de complicado. Decía Einstein que la definición de la locura consiste en esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo; y es lo que pretende recetarnos la burocracia de los partidos. Resulta que hace pocos días vimos como dos grandes adversarios, Óscar Arias y Ottón Solís, fueron capaces de sentarse a conversar de problemas públicos y posibles soluciones. En su novela "La silla del Aguila", Carlos Fuentes explica la política como el arte de tragar sapos sin hacer muecas. Pues tengamos claro, que para estos dos señores, sentarse a conversar implicó inevitablemente hacer lo propio. El resultado de la conversación, de la que participaron José Zaglul y Francisco Antonio Pacheco fue limitado, pero esperanzador. Arias solicitó a su partido reconsiderar la propuesta de un "gobierno de unidad nacional" planteada hace unos meses por Solís. Una iniciativa mejorable sobre la que uno puede tener diferentes observaciones, pero que no obstante, apunta en la dirección correcta.
Desgraciadamente el domingo 21, el secretario general del PLN salió en un medio de circulación nacional con un "domingo 7", como aquél del cuento de Carmen Lyra, cuando literalmente pasó por encima de las palabras del ex Presidente y dijo que ya el Comité Ejecutivo del Partido Liberación Nacional, se había pronunciado rechazando la idea de Solís. Dijo que preferían hablar de temas puntuales, repitiendo el argumento o excusa del Partido Unidad Social Cristiana que, después de acoger la idea originalmente, cambió de opinión y dijo hace unos días que no.
Insisto, ambas burocracias partidistas sostienen que prefieren hablar de cuestiones específicas.
Yo, con todo respeto, me pregunto cómo lograrán que los condicionamientos cortoplacistas, que les han impedido hasta ahora alcanzar acuerdos relevantes y con resultados prácticos sobre cuestiones estratégicas, no se repetirán mañana y pasado, hasta el día de las elecciones y después de ellas, porque a mí nadie me convence de que a falta de un esfuerzo del tipo "outside the box", la parálisis que vivimos desaparecerá mágicamente en febrero y mayo de 2018.