Por: Allan Astorga Gättgens, Catedrático de Geología Sedimentaria y Ambiental, Escuela Centroamericana De Geología, UCR (
Fotografía: Atanas Malamov on Unsplash
Resiliencia, en psicología, es la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, entre otros. En materia ambiental, la resiliencia es el término empleado en ecología de comunidades y ecosistemas para indicar la capacidad de estos de absorber perturbaciones, sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad; pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado.
Esas perturbaciones pueden ser de muy diferente tipo y origen, como por ejemplo un gran terremoto, una fuerte tormenta tropical, un tsunami en las zonas costeras o una fuerte sequía; cada una con la cadena de consecuencias que tiene para la calidad de vida que tienen las personas y las comunidades.
Centroamérica, incluida Costa Rica, como hemos señalado antes, es una de las regiones del planeta más vulnerables al Cambio Climático y la Variabilidad Climática. Y como si eso no fuera suficiente, al localizarse también, dentro del Cinturón de Fuego del Circumpacífico, es una región geológicamente muy activa, con todas las fuentes de amenazas geológicas (GeoRiesgos) que se han reconocido en la naturaleza: deslizamientos, inundaciones, terremotos, peligros volcánicos, tsunamis, hundimientos, avalanchas y otros desastres.
La población de Centroamérica es de casi los 60 millones de habitantes. La mayoría de ellos vive en zonas urbanas, dado que la región es la que tiene la mayor tasa mundial de migración del campo a las ciudades. Según nuestras estimaciones, aproximadamente un tercio de la población de Centroamérica (c.a. de 20 millones de personas), vive en condiciones de alto y muy alto riesgo a los desastres. Incluso Costa Rica, con todo su desarrollo, respecto al resto de Centroamérica, tiene cerca de un 25 % de la población en condiciones de alto y muy alto riesgo.
Empero, no solo las personas se encuentran en condición de alto y muy alto riesgo, también la infraestructura: carreteras, escuelas, hospitales, colegios, centros comerciales, represas hidroeléctricas, industrias y otra larga serie de fuentes de progreso y hasta de alimento, se encuentran en condiciones de alto y muy alto riesgo ante un desastre.
Ante esa realidad, la evolución nos indica que debemos adaptarnos. No nos queda otro camino.
En el caso de las obras de infraestructura, incluyendo nuestras residencias, debemos hacer el mayor esfuerzo por adquirir un seguro que nos permita recuperar los bienes materiales, aunque sea parcialmente, después de un desastre. Las empresas de seguros deben también adaptarse para poder asegurar, vía reaseguros y otros mecanismos, las edificaciones en condiciones de alto y muy alto riesgo. A este respecto, los seguros paramétricos (con niveles límite) resultan una solución razonable para condiciones de muy alto riesgo. Algo en lo que debemos trabajar pronto e implementar aún más rápido.
Respecto a las personas en condiciones de alto y muy alto riesgo, ya sea por su residencia o lugar de trabajo, o bien, por su lugar de desplazamiento, la tarea es diferente. Tenemos que aprender a convivir con el riesgo. No debemos tener pánico a los desastres. Tenemos que aprender a identificar los signos de la Naturaleza y conocer cómo actuar ante un desastre. Todos, niños, jóvenes, adultos, adultos mayores. Todos debemos tener un plan de emergencias, personal, familiar y comunitario. Solo eso, nos dará Resiliencia y posibilidad real de reaccionar correctamente ante un desastre.
El costo de los desastres para Costa Rica y Centroamérica, es muy alto. No solo en vidas, sino también en costo económico. Un fuerte sismo o una tormenta tropical, puede implicar un costo de cientos de millones de dólares para un país que, por falta de Resiliencia y Planificación ante los desastres, no tiene los recursos para recuperarse, con lo cual retrocede económicamente. En gran parte, los desastres son los responsables principales de que Centroamérica no crezca económicamente y se desarrolle. De allí que, para crecer y progresar, se debe integrar la variable de la Resiliencia de forma transversal en toda la planificación del desarrollo de cada país.
La seguridad alimentaria del futuro, de cada uno de nuestros países tropicales centroamericanos, dependerá en mucho, de que realicemos esa tarea. El reciente informe de la ONU sobre el hecho de que el Cambio Climático, en pocos años, pondrá en peligro nuestras fuentes de alimentos, es una seria llamada de atención para que trabajemos en Resiliencia.
No debemos postergar más la tarea. La Descarbonización de la economía es un paso importante, más la Resiliencia ante los desastres producidos por el Cambio Climático y los GeoRiesgos es una tarea aún más importante. Urge ponerse a trabajar en esa dirección.