Por: José Pablo Valverde Coto. Periodista, Administrador de empresas y estudiante de doctorado de la Universidad de St. Gallen.
Fotografía: Semanario Universidad.
¡Qué peligroso comparar a don Carlos Alvarado con Daniel Ortega! Qué osado, irresponsable, prepotente y odioso insinuar que un régimen que violenta los derechos humanos de una nación hermana mantiene tan si quiera la más mínima similitud con nuestro gobierno democrático.
¿Es acaso comparable la sangre que ha brotado por la tierra nicaragüense con el accionar de un gobierno democrático responsable, y elegido con un amplio porcentaje de apoyo, ante el irrespeto al derecho que todos los costarricenses tenemos de transitar libremente por nuestras carreteras para atender a nuestras labores diarias?
¿Cómo comparar una voz de unidad del pueblo en Nicaragua que clama por justicia ante un líder autoritario y su grupo de privilegiados, frente a un escaso porcentaje de la población costarricense que en la búsqueda de resguardar sus privilegios está dispuesto a paralizar la economía nacional y ver como ésta continúa desmejorando y poniendo en entredicho el futuro de nuestras próximas generaciones?
Comentarios incendiarios de este tipo no buscan generar diálogo y más bien menosprecian la inteligencia del ciudadano costarricense. “Líderes populistas”de este tipo basan su argumentación en sesgos cognitivos. En este caso un argumento sin fundamento alguno busca generar un efecto de anclaje al comparar sin ninguna razón lógica a los presidentes de Nicaragua y Costa Rica. Al no existir cuestionamiento ante tal aberración, el ciudadano toma como cierta la primera pieza de información que recibe y la da por cierta.
Así, por ejemplo, el lunes por la mañana nos despertábamos con funcionarios municipales, obstruyendo el libre tránsito de ciudadanos utilizando el tren, gritando frases injertadas en sus mentes por líderes sindicales, basadas en argumentos falaces.
Nos encontramos en un momento crítico con una situación fiscal que ha ido empeorando gobierno tras gobierno al otorgar abusivos privilegios a diferentes gremios sindicales. Al mejor estilo de la taquillera película de fin de los noventas, “The Matrix”, hemos preferido tomarnos la píldora azul cada cuatro años y caer en un sesgo de confirmación al escuchar precisamente lo que queremos oír de candidatos y gremios sindicales: “No hacen falta más impuestos”.
La realidad es otra. Nuestro aparato estatal ha crecido desmesuradamente, y aunque existen muy buenos trabajadores en el sector público, lo cierto es que los privilegios e incentivos han incrementado al punto de ser insostenibles y la evaluación al desempeño se ha quedado rezagada generando un peligroso malestar por parte de un gran porcentaje de costarricenses. Irónicamente, el lunes 10 de septiembre se convoca a una huelga nacional para “proteger a los trabajadores” en un país en donde un 90.3% del gasto a diciembre de 2017 pertenecía al rubro de gastos corrientes, es decir, se está en contra de una alza impositiva que se hace necesaria ante un endeudamiento como país para solventar en su mayoría transferencias al sector público y responder ante los intereses de la deuda, dejando peligrosamente de lado el gasto de capital que tanta falta nos ha hecho en la búsqueda de competitividad global.
Pareciera ser que entre sus cánticos y discursos falaces, los líderes sindicales no le han explicado a sus agremiados que de no pasar un, ya de por sí maltrecho plan fiscal, el país entraría en caída libre por un tortuoso abismo que traería consigo, una nueva baja de las calificadoras de riesgo internacionales y por consiguiente un alza en las tasas de interés, generando una desaceleración económica en un país en donde como mencioné anteriormente el bajísimo gasto de capital no ha permitido construir una infraestructura competitiva digna de un país que busca salir del subdesarrollo en el Siglo XXI.
Si no cortamos de raíz los odiosos privilegios (dejando intactos los mal llamados derechos adquiridos que más debieran conocerse como abusos adquiridos), y no entendemos que no vivimos en una aldea, sino en un país que busca insertarse en la dinámica económica global, terminaremos nuevamente en el kinder del Fondo Monetario Internacional; y aún aquellos privilegios antipatrióticos, que grupos preocupados únicamente por sus propios intereses defendieron, serán imposibles de mantener.
Espero que el pueblo costarricense no solamente cuestione argumentos falaces, que sin lugar a dudas estarán a la orden del día en estos meses, sino que tome la píldora roja y despierte ante una realidad insoslayable que vivimos como país. Huelgas como la de hoy son un empujón más para todos los costarricenses hacia despertar, informarse, cuestionar, dialogar y actuar.