Por Jaime Ordoñez
Costa Rica se está volviendo una sociedad aldeana y medioeval. Los fundadores de nuestro Estado liberal y del sistema educativo universal de fines del siglo XIX (Tomas Guardia, Mauro Fernández, Jesús Jiménez, su hijo Ricardo Jiménez, y varios otros) y también los promotores de la II República a mitad del siglo XX, Rodrigo Facio y sus colegas del Centro de Estudios para los Problemas Nacionales, además de Manuel Mora y muchos de los otros actores políticos de la época-- todos ellos promotores del Estado laico y la sociedad secular-- deben estar asustados del retroceso oscurantista que estamos viviendo.
Déjenme exponer con serenidad por que la Fecundación in Vitro (FIV) es un acto de amor y un derecho humano y porqué, en ausencia de legislación al respecto, el Decreto del Poder Ejecutivo no debería ser objetado por la Sala IV, tal y como pretenden algunos grupos ultraconservadores.
Primero, las razones éticas y morales. Sólo en dos países del planeta no se acepta la FIV: uno de ellos es Costa Rica. Ello significa que inclusive países tan religiosos como los del resto de América Latina o Italia (que tiene al propio Vaticano en medio), la aceptan sin ningún problema. El argumento de algunos grupos fundamentalistas religiosos, pues, no es válido. Repito: prácticamente está aceptado en todo el resto del mundo, y en países con una población religiosa porcentual más alta que Costa Rica, como son El Salvador, México, Paraguay, y varios otros. La FIV permite un acto de amor y un derecho fundamental: procrear un ser humano que, de otra manera, no vendría al mundo. En lugar de matar a nadie (como equivocadamente se ha dicho) más bien permite que nazca un nuevo ser. ¿Hay algo más hermoso que eso?
En realidad la fecundación asistida hace posible una vida, que de otra forma no se daría. Decir que la fecundación asistida elimina vidas es una falacia, pues el objetivo de todo el procedimiento es justamente lo contrario: hacer posible el derecho humano de la procreación. Las horas de unión de un óvulo y un espermatozoide fuera del útero no suponen procreación, sino mera potencialidad. Lo que se da en el llamado “plato Petri” es un cigoto, pura potencialidad, pues no hay útero. La procreación se tiene que dar necesariamente en un útero. La FIV permite, pues, que esa potencialidad se realice en uno de los embriones, procreación que se verifica en el útero de la mujer. La Fecundación Asistida permite una vida, en un lugar de eliminar nada. Esa discusión ya se dio en buena parte del mundo hace muchos lustros. Sólo aquí no se quiere entender.
Segundo, las razones jurídicas. Se trata de una obligación que hay que cumplir, y punto. Costa Rica es un Estado de Derecho y, como tal está sujeta, a las decisiones del llamado bloque de constitucionalidad, que incluye no sólo las normas de la Constitución Política sino, además, del Derecho Internacional Público de los Derechos Humanos. Y nuestro país no sólo es ratificante de la Convención Americana sobre Derechos Humanos sino, además, el Pacto de San José de Costa Rica se llama así, pues fue promovido por nuestro país y firmado en nuestra capital. Y hay una resolución de la CIDH (Corte Interamericana de Derechos Humanos) que nos obliga a ello ( caso N°. 12.361, Grettel Artavia Murillo y otros ("Fecundación in Vitro") respecto del Estado de Costa Rica, de conformidad con los artículos 51.1 de la Convención y 45 del Reglamento de la Comisión Interamericana).
Las obligaciones jurídicas hay que cumplirlas. Salvo que—como querrían algunos grupos ultra-conservadores —denunciemos la Convención Americana y nos salgamos del sistema interamericano de protección de derechos humanos. Significaría que, en pleno siglo XXI, le demos la espalda al resto del mundo. Sería el colmo. Literalmente, volver al medioevo.