Por Jaime Ordónez
Siempre escribo sobre temas más o menos serios, pero hoy me daré una licencia. Escribiré sobre el más serio de todos: el futbol. El futbol es la metáfora última de la confrontación humana; su más perfecta sublimación lúdica. Canaliza las energías internas de las gentes. Afortunadamente, los seres humanos tenemos fútbol todos los fines de semana. Caso contrario, tendríamos más guerras y conflictos.
Voy a escribir del Real Madrid. Empiezo por aclarar que mis equipos son el glorioso Club Sport Cartaginés y el Atlético de Madrid. Como notarán, voy siempre con el "under-dog", con el más pequeñito y luchador. Es una actitud ante el mundo que asumí desde niño: me gusta apoyar al que viene desde abajo, de la calle, el que hace de tripas corazón. El mano de piedra Durán que se hizo en los arrabales y conquista Las Vegas. El pequeño David que derriba a Goliat. Con esas decisiones, mi suerte es dispar en materia futbolística: con el Atlético he visto ya un par de campeonatos en décadas pasadas y --desde luego--me llena de alegría este equipo del Cholo Simeone, pura garra, pura pasión, puro futbol callejero o de potrero puesto sobre la grama. Con mi glorioso CSC sólo espero tener vida para verlo algún día ganar un campeonato. Mi abuelo, antes de morir, me contó de la tarde que en que ganaron el último, de los desafueros y de las admoniciones curales... De la maldición y el muñeco... Ser "cartago" es la forma tica de ser masoquista, lo tengo claro. Pero en fin, allí vamos...
Pero voy a hablar del Real Madrid. Cuando llegué a España a los 25 años a hacer mi doctorado, era seguidor merengue como el 80% de los latinoamericanos. Poco a poco a me desinflé. Primero, porque Pepe y Paco (los dos cantineros de la cafetería de la esquina, en Arguelles, Calle Fernando el Católico 58) era colchoneros y rápidamente me hice amigo de ellos y, de seguido, del Atleti y del Vicente Calderón. Me hizo más gracia ese equipo de la calle, de los cantineros, los chulos, los "currantes" de verdad, que el otro equipo, con tanta plata, que había sido el de Franco y de los señoritos de los salones de Gran Vía...
La segunda razón, porque el paso del tiempo me hizo ver que el Madrid era un equipo con "mal karma" y "mala onda", bastante racista y despectivo. Representaba muchas cosas que no me gustan de los seres humanos. Me acuerdo--por ejemplo--cuando tenían aquel medio campista fantástico llamado Claude Makelele, de Zaire, negro desde luego--uno de los mejores recuperadores que he visto en mi vida-- y de repente lo relegaron y abandonaron porque la política galáctica importó al inglés David Beckam, que más parecía un modelo de "pasarella" que un jugador de verdad, pagándole cinco veces más que Makelele. Me acuerdo también del breve paso del gran Clarence Seedforf, extraordinario mediocampista holandés, también negro, no querido por la Ultra Sur y algunos directivos racistas. Recuerden también cuando el gran Vicente del Bosque como entrenador (después de haberles dado dos campeonatos, dos copas de Liga y una Intercontinental) fue despedido pues era "gordo y feo", y no empataba con los cánones estéticos y mediáticos del Bernabeu.... Después de del Bosque, ningún entrenador ha funcionado de verdad. Casi que una maldición, un mal karma que Florentino y sus amigos andan cargando por allí...
Y la historia sigue. Ahora resulta que Keylor Navas no puede ser titular, pues informa el Madrid "que no es mediático ni carismático", léase que es de piel aceituna, morenito, viene de un lejano pueblo de Pérez Zeledón, Costa Rica, y muy "prolijito" y tercermundista, se hinca a rezar antes de cada juego... Es otro caso de racismo disfrazado, muy disfrazadito... Pero todo esto se le está revirtiendo al Madrid. Eso sólo logra inflar más ese "mal karma". Si no pregúntenle a Morata, ese canterano, puro amor a su equipo (que fue relegado a la Juventus para traer algún otro galáctico escocés o portugués), y que se dió el lujo de marcarles los dos goles que los eliminaron de la última Champions europea...Como decía Magón, para verdades el tiempo.