Por Jaime Ordónez
Yo no soy de los que se traga el cuento de que no hay conexión entre su denuncia y su agresión, ocurrida sólo 24 horas después. No se quien lo hizo, pero estoy seguro de que alguien le cobró su valentía.
Gerardo debería ser un héroe para las nuevas generaciones, un arquetipo, igual que Keylor, igual que algunos otros jóvenes que andan por allí, luchando contra la marea. Representa una nueva época, la modernidad, que todavía no ha llegado del todo a estos patios centroamericanos, pero que algún día llegará. Representa a la Costa Rica del futuro. Gerardo anuncia el mundo del respeto, de la civilización, de la superación personal, de la cultura, de una sociedad que está todavía por hacerse. La de la igualdad entre hombres y mujeres, algo que muchos dicen de dientes para afuera, pero que en el fondo no lo creen, y tampoco lo practican. Ni en su casa, ni en su trabajo, ni en los pasadizos de su mente. Por atavismo, por puro machismo, por puro aldeanismo pre-diluviano.
Consigno una conversación que escuche ayer entre dos taxistas y un tercero en una esquina de San José. “En el fondo la güila se lo buscó; quien la tiene andando en minifalda, enseñando sus cosas…”. Buena parte de nuestro pueblo sigue pensando así. Esta sociedad es víctima de una cultura ancestral que todavía nos carcome.
Eso me recuerda una anécdota de cuando yo estudiaba derecho, hace ya muchos años. Un viejo profesor de Derecho Penal agotaba casi 1 mes de su curso regodeándose en el capítulo de “Delitos Sexuales” del Código Penal, con un morbo (que hoy lo recuerdo tan fuera de lugar, tan absurdo y ridículo) que podría haber parecido hasta pintoresco sino es por la agresión velada que sus descripciones gráficas de los delitos, y sus cargados comentarios, significada para mis jóvenes compañeras de aula, entonces muchachas de 19 y 20 años.
El profesor en cuestión, recuerdo, sostenía la misma tesis de los dos taxistas de mi historia. Blandía como espada flamígera de sus razones una vieja sentencia de algún tribunal penal de este país, que decía más o menos así: “Si Pitágoras no era un guasón, dos más dos son cuatro. Así de simple. Si la mujer se expuso, y andaba por las calle con vestidos ligeros, no hay violación. Más bien la culpable es ella, por incitar al pecado, por arrastrarlo a los pantanales del deseo… No el pobre sujeto, víctima de ella, del Diablo y de sus incitaciones…”. Cito de memoria, pero créanme que la historia es bastante fidedigna.
Así de grotesco y de primitivo ha sido históricamente el llamado “imaginario social” de este país, esta Costa Rica aldeana que muchos han sublimado con la historia de la Suiza centroamericana, del país más feliz del universo, etc. Por eso, la historia y la valentía de Gerardo significa mucho. Significa el futuro, como dijimos al inicio. La posibilidad de que las nuevas generaciones, por fin, empiecen a cambiar las cosas.-