Una renuncia sorpresiva.

¿Obedeció a una oferta laboral en extremo atractiva como para desdeñarla? O más bien, el cargo que llevó adelante a un elevado costo de salud, personal y familiar, se le convirtió en “una amarra que la obliga a cambiar de trinchera”, seis meses antes de concluir el período para el que fue nombrada?

“Lo que debemos recordar sobre los derechos humanos es que no se practican a exclusión de unos, sino a inclusión de todos”.

A mes y medio de la segunda vuelta electoral en Costa Rica, los candidatos presidenciales Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado aprietan su agenda en busca de alianzas o apoyo de sectores y figuras políticas, pero tampoco podemos dejar a medias la tarea de reconocer nuestros cambios sociales ante el empañado espejo electoral.

Sin eco entre los suyos. Así han quedado otra vez las propuestas en las que insistió el diputado Otton Solís tras la primera ronda electoral, con el propósito de reducir el pesado fardo del déficit fiscal sobre la sostenibilidad de las públicas públicas.

La realidad no cambiará, aunque la obviemos.

Y la realidad nos muestra que falta mucho para afinar las tareas de la educación para la afectividad y la sexualidad a nuestros niños y adolescentes.

Uno de los ejes de política pública más disruptivos de ésta administración ha sido, sin duda, la política penitenciaria. Pese a las feroces críticas de sectores que no comprendieron o abiertamente rechazaron (y reprueban hoy) el enfoque humanista impulsado por la ex ministra Cecilia Sánchez y su sucesor Marco Feoli, ambos se mantuvieron firmes acerca de la necesidad de redefinir el sistema penitenciario, poner al descubierto sus falencias y recuperar parte del rezago de la gestión estatal en este campo.