En Nicaragua la crisis y la represión violenta parece ya normalizada, como si eso fuera posible. En el resto de Centroamérica la migración vuelve a encender luces. En El Salvador y Panamá hay expresidentes en la mira judicial. En los límites de la región, Colombia y México, vienen nuevos gobiernos que abren espacio a la incertidumbre.
Eso que llamamos “estabilidad” no es un concepto de moda en nuestro vecindario, mientras el mando de Carlos Alvarado supera ya los 50 días con un notable acento en la agenda interna fiscal, pero sin poder descuidar el entorno regional del que depende una parte de nuestra economía.
¿Tiene Alvarado una política exterior clara para responder a los sucesos de la región? ¿Qué margen de incidencia tiene Costa Rica? ¿Podemos simplemente seguir en lo nuestro en estos tiempos de fronteras borrosas?