Fotografía: Melvin Vargas, El Nuevo Diario
Desde que la chispa de la resistencia empezó a arder hace ya larguísimas tres semanas, la marcha se ha convertido en el pan del día a día en Nicaragua. Es la resistencia ciudadana que exige democracia de verdad. Y ahora también, es la puesta en escena de las contramarchas. Un guión típico de los regímenes como el de Ortega-Murillo, que propicia huestes de apoyo para intentar (de) mostrar que los descontentos no se comparan con los adeptos.
Si los caídos son por ahora 43 o 46 según la cifras de los organismos de Derechos Humanos -por dramático que suene- no es lo determinante. Para el gobierno, en todo caso, nunca superaron los 10.
Lo cierto es que la resistencia está instalada. A pesar del empeño de un diálogo por el que poco se apuesta y a pesar del establecimiento de una comisión de la verdad, por la que se apuesta menos.