Esta semana, el asesinato de la enfermera Kathya Vargas de 44 años y el espeluznante intento de homicidio a machetazos de María Ortiz -ambas a manos de sus esposos- constituyen el telón de fondo sobre el que conmemoramos con dolor, el Día Mundial de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Con Kathya son ya 25 los feminicidios que nos deja este inconcluso 2017. Y con ellas y otras 26 vidas cegadas por la violencia machista el año pasado, quedan 38 niñas, niños y adolescentes huérfanos. Huérfanos y marcados por la cruda realidad de la agresión de sus madres y de sí mismos.
Estamos ante un problema de salud pública que tiene profundas raíces en patrones culturales de relaciones de poder, respecto de los cuales es necesario seguir alzando la voz para luchar contra la comisión de actos de violencia, pero también contra la impunidad cuando éstos hechos se perpetran. Porque el miedo, el silencio y la opresión siguen favoreciendo a los agresores.
Datos del Poder Judicial indican que en el 2015 se tramitaron más de 20 mil denuncias por incumplimiento de la Ley de Penalización de la Violencia, pero de todos esos pedidos de auxilio, sólo 871 procesos llegaron a su fin y de ellos únicamente 532 concluyeron con una sentencia condenatoria.
La inmensa mayoría de las denuncias terminan en desestimaciones, sobreseimientos o incluso sin registro alguno, porque muchas víctimas retiran las demandas o llegado el momento de abstienen de declarar y a falta de sustento testimonial los casos se pierden.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, adelantamos la conversación con la Ministra de la Condición de la Mujer Alejandra Mora y la psicóloga Yolanda Hurtado.