Mientras continúa el implacable y dramático éxodo de venezolanos por toda América y tras un cuarto de siglo de hegemonía chavista, el 2024 podría ser para Venezuela, uno de decisiones cruciales en lo político-electoral, lo económico y, como no, en lo geopolítico.
Y es que el régimen cruzó líneas rojas pre acordadas con la comunidad internacional, al no haberse sustraído a la tentación de inhabilitar burdamente la candidatura de la líder opositora María Corina Machado, quien en una jugada de alto perfil, cedió el viernes su nominación a la historiadora Corina Yoris para las elecciones inicialmente previstas el último domingo de julio.
El chavismo madurismo tiene pánico de ir a unas elecciones verdaderamente libres y, lejos de detenerse, hará todo lo posible por burlarlas y “ganar” a las malas.
Por otro lado, el colapso de la industria energética es gravísimo. La incorrecta administración de la estatal PVDSA ha destruido gran parte de su capacidad extractiva.
Venezuela terminó el 2023 con la inflación más alta del mundo (260%) y con amplios sectores de la población cada vez más empobrecidos.
La reeditada disputa (de enemigo externo) con Guyana sobre el territorio de 160 mil km² del Esequibo, rico en recursos naturales, escaló luego de haber instalado un asentamiento militar y haberle dado en el referéndum de diciembre pasado, tres meses a operadoras petroleras para salir de la zona.
Para hacer repaso de uno de los procesos electorales más difíciles del ciclo latinoamericano conversamos con el ex embajador en ese país, Vladimir de la Cruz de Lemos.
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