Lo de Donald Trump puede ser cualquier cosa, menos los escrúpulos. Un día sí y el otro también lanza explosivas declaraciones, para mantener su agitadora estrategia electoral.
En ese arsenal de provocaciones, desinformación y bravuconadas, provocó temor en Europa cuando el sábado sugirió que alentaría a Rusia a hacer "lo que diablos quiera" con cualquier miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que no gaste al menos el 2% de su presupuesto en ese grupo comunitario de defensa.
Calculadamente, esto lo dice, cuando se está a pocos días de que la guerra entre Ucrania y Rusia cumpla dos años y en medio de un complejo debate en el Congreso estadounidense que persigue la aprobación de un grueso paquete de ayuda económica por $95 mil millones, de los cuales $60 mil millones serían para Kiev. Fuera de toda sensibilidad, sus palabras dejan en riesgo la seguridad de los soldados en campo.
El exmandatario lo mismo aprovecha sus incendiarios mítines como las convocatorias judiciales, para calificar como un complot urdido por “el corrupto” presidente Joe Biden los cargos federales y estatales que está enfrentando.
Tampoco desistirá, cada vez que le venga en gana, reiterar su oferta de lanzar el mayor esfuerzo de deportación en la historia estadounidense, cuyo objetivo es expulsar a millones de personas que viven sin regularización, mediante grandes redadas, como lo reportó en noviembre pasado The New York Times.
Para dimensionar el peligro de las maniobras electorales de Donald conversamos con el relacionista internacional Carlos Murillo Zamora.
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