Por Eduardo Ulibarri
El autor hace un concienzudo ejercicio para decidir por quién votar.
Votar es derecho y deber; decidir por quién, desafío. Si usamos solo la intuición, quizá “la peguemos”, pero las posibilidades crecerán si sumamos algo de método y razón. Yo lo hice y compartiré el resultado.
Primero, sin embargo, el método:
Parto de los grandes retos y oportunidades nacionales. El ámbito socioeconómico (crecimiento, empleo, fiscalidad, pensiones, distribución del ingreso, pobreza) determina en gran parte nuestro bienestar.
Basta sumarle seguridad, corrupción y reforma del Estado para enfrentar un repertorio de enorme complejidad. Escapa a las soluciones mágicas o las poses efectistas; exige ideas inteligentes y realistas, buenos equipos y candidatos con carácter y capacidad para construir acuerdos en un entorno política y socialmente fragmentado. A partir de lo anterior vienen mis conclusiones.
Identifiqué un grupo de candidatos excluibles; en orden alfabético: Fabricio Alvarado, Stephanie Campos, Juan Diego Castro, Otto Guevara, Óscar López y John Vega. Sea por falta de equipos, vacío de propuestas o distorsiones de carácter (en distintos grados); por su ignorancia, dogmatismo, divisionismo, simplismo o intransigencia, carecen de los rasgos mínimos para ser presidente. En algunos casos, presentan un serio peligro.
En el segundo grupo están Edgardo Araya, a quien le falta exorcizar varios demonios ideológicos; Rodolfo Hernández, amarrado a una franquicia política en decadencia; Sergio Mena, todavía en aprendizaje, y Mario Redondo, agudo y conocedor, pero sin verdadero partido y presa del fundamentalismo religioso. Todo esto los limita seriamente; sin embargo, han mostrado rasgos (dispares) de realismo y respeto.
Por tanto, quedan como finalistas Carlos Alvarado, Antonio Álvarez y Rodolfo Piza. Existen múltiples diferencias entre ellos y sus partidos; estoy lejos de coincidir con todos sus planes y actitudes (imposible), y discrepo seriamente de algunos. Sin embargo, sus ideas, sensatez, capacidad, partidos, experiencia (propia y de posibles equipos), respeto institucional, abordaje sistémico y noción de Estado, constituyen la semilla de buenos gobiernos. Quizá a ninguno de los tres les guste estar en el mismo grupo; a los demás, tampoco. Explicación: es un recurso analítico. Confesión: de este último párrafo saldrá mi voto.