Por Jaime Ordóñez
En un planeta que se vuelve cada día más cínico y superficial, la presidencia de Barack Obama será recordada como uno de los ejercicios políticos más dignos, humanos e inteligentes en muchas décadas.
Ví por televisión el martes pasado su discurso de despedida ante el pueblo de los EEUU y tengo que confesar que en varios momentos se me erizó la piel (y se me alegró el alma) por percatarme de que la honorabilidad, la inteligencia y el humanismo no han pasado de moda. Son todavía --o pueden ser-- los motores que guíen a las sociedades en este truculento y incierto siglo XXI que estamos viviendo. La profesión de amor a su esposa Michelle Obama, el respeto y aprecio por Joe Biden, ese magnífico ser humano que fue su Vicepresidente, los grandes retos que lo inspiraron y que todavía están vigentes: el calentamiento global, el Medicare, la búsqueda de una acuerdo internacional para eliminar el hambre. Habrá acertado en muchas cosas, se habrá equivocado en otras. Pero ese hombre que se despedía el pasado martes tuvo el cargo con más poder del planeta. Y termina igual que como empezó: como una persona íntegra.
Ni un escándalo de corrupción en 8 años. Ni una ofensa contra su país, ni contra su familia, ni contra el honor de su investidura. Esto último es muy importante, y casi nadie lo entiende en política: los funcionarios públicos son delegados de toda la sociedad y el prestigio de la democracia (y de todo el sistema que rige la relaciones sociales) depende de cómo ejerzan el cargo. Buena parte del desprestigio de la democracia en Asia, Africa y América Latina en las últimas décadas viene de muchísimas personas que "desgraciaron" el cargo.
Por más que hago memoria, me cuesta recordar un caso similar de alguien que haya gobernado con tanto sentido cívico, con tanto amor y con tanta dignidad e inspiración para su pueblo. Quizá Vaclav Havel, quien de su mano llevó a la República Checa en la excepcional transición a la democracia. Nelson Mandela, sin duda, y su inspiradora gestión que cambió Suráfrica y el mundo. Y tengo que pensar y echar muy atrás: quizá Olov Palme, quien fue un guía para la sociedad sueca de su día, o Wiilly Brandt para Alemania, o Churchill, para la Inglaterra humeante que resistió los embates nazis de la II Guerra Mundial. Pero no muchos más.
Esta gestión de Barack Obama será importante recordarla. Le dará inspiración y fuerza a las nuevas generaciones a quienes les esperan tiempos muy difíciles. Y a nosotros también.