Por Jaime Ordoñez
El fútbol genera pasiones porque su origen mismo nos retrata como civilización, con todas nuestras virtudes y defectos. Es la metáfora de nuestra cultura. Sobre fútbol escribieron en su día, defendiendolo, gente tan principal como Eduardo Galeano, Henry Kissinger o Italo Calvino. O Javier Marías. Y sobre todo el gran Albert Camus, cuyas reflexiones sobre fútbol deberían ser releídas una y otra vez en todos los camerinos del mundo.
Es cierto que lo han vituperado otros. Borges, a quien tanto admiro, lo tenía sin interés y lo consideraba mayormente una estupidez. Umberto Eco lo veia como una muestra de barbarie.
Yo tengo que confesar que en eso, como en tantas otras cosas, sigo a Camus: a mí me apasiona el futbol. El buen fútbol digo, no el que tenemos en la mayoría de nuestros estadios costarricenses... En la época del Mundial, por ejemplo, me las arreglo para ajustar mis horarios (levantarme de madrugada, cambiar citas o almuerzos, etc.) para ver partidos y observar la magia que sucede en ese rectángulo de 110 mts x 60 mts.
Mi interpretación es distinta a la de Eco, pero viene del mismo lugar. El fútbol nace de la guerra, de los enfrentamientos medioevales entre un pueblo y otro. La gesta de introducir un balón en el arco de otro es la metáfora de un pueblo invadiendo a un vecino, e ingresando en la puerta del castillo medioeval, destrozándola, derribándola. Es la metáfora del Caballo de Troya, es decir, es uno de los grandes dramas griegos. Es casi una agresión fálica, el destrozo del otro y sus esencias. Uno de los grandes temas de la civilización. Con el paso del tiempo, esa guerra fue evolucionando en un deporte que es una metáfora de sus raíces. Pero, está en la esencia de la civilización. Es Hobbes: la guerra transformada en deporte. Su sublimación. Es Clausewitz al revés.
Toda esta reflexión nació el otro día que me encontré en el Colegio de Abogados con Alfredo "Chato" Piedra (importante exgoleador de la LDA) y Rafa Chang, colega, y les hice dos preguntas, de las cuales intuitivamente ya sabía la respuesta.
La primera: ¿cuál fue el mejor jugador que recordaban haber visto en Costa Rica, incluidos los actuales? Ambos coincidieron con lo que yo siempre he pensado: Juan José Gámez. Sí, absolutamente excepcional. Fue el único de aquellos tiempos que--si jugara hoy--podría tener mucho éxito, dijo Alfredo Piedra. Tenía gran habilidad, visión de toda la cancha, fuerza, dinámica y empuje. Simplemente, vivió fuera de su época. Quizá hubo otro muy cercano, que también sería estrella hoy: Edgar Marín.
La segunda pregunta, tiene una respuesta de cajón. ¿Porqué esa generación de jugadores tan excepcional de los años 70 nunca fue a una Copa del Mundo? Chinimba Rojas, Cadáver Villalobos, Yuba Paniagua, etc. El propio Hernán Morales que hoy oyen por la radio. Eran realmente malabaristas con el balón, prestidigitadores. O Leonel Hernández, aquel excepcional extremo izquierdo de mi glorioso equipo, el CSC. La respuesta es muy simple: no eran atletas. O lo eran a medias. Y les faltaba disciplina. Tuvieron que venir Bora, Pinto, etc. a poner orden y disciplina en nuestro fútbol. El resto es historia.
Con lo cual se concluye que el éxito nace de la disciplina y más disciplina. Es decir, el manido tópico y lugar común de Thomas A. Edison: "creation is 1% percent of inspiration and 99% of perspiration". Mucho sudor y mucho esfuerzo para que cualquier cosa realmente funcione en la vida..